Si te la pasas pensando en el pasado, añorando o lamentando algo que ya fue, o si te angustias por el trabajo, el cliente y los problemas del futuro, entonces eres un muerto en vida, un zombie
Por Genaro Mejía
Voy a confesarte algo, pero no le digas a nadie. Hace unos días descubrí que soy un zombie de 48 años. ¡No te rías! Es en serio. Te voy a contar.
No recuerdo muy bien en qué momento me desconecté del presente y comencé a vivir atado al pasado o al futuro. Seguro que fue como a los ocho años, cuando empecé a trabajar. Me olvidé de ser niño y me centré en las obligaciones: sacar la escuela con excelencia, ayudar a mis papás, ser el mejor hijo y hermano.
El origen de este desfase con el presente fue mi convicción de que necesitaba esforzarme para merecer el cariño de los demás. Desde entonces no he parado mi loca carrera por trabajar como burro sin descanso, atrapado en un limbo, entre las heridas irresueltas de mi pasado y las angustias de ese futuro que me empeño en construir.
“Yo quiero ser alguien”, me he repetido desde que tenía esos ocho años. Mientras ese mantra autoimpuesto fue deteriorando, poco a poco, mi salud física, emocional y mental, pasé gran parte de mi vida rumiando los amores que no fueron, los empleos que no me dieron y los rechazos acumulados.
Después de años de terapias, cursos, flores de Bach, Reiki, ayahuasca y mil experiencias más, pude desprenderme de ese pasado, integrarlo, agradecerlo y seguir adelante.
Pero no estaba curado. Seguí siendo un zombie. La angustia por “ser alguien” no me abandonó. Luego me casé, nació mi hijo y vino una pandemia. ¡Uff! Me la pasé preocupado todo el tiempo por conseguir el mejor puesto, el mejor sueldo, la mejor casa. Tenía que salir adelante y darle lo mejor a mi familia a costa de lo que fuera. A costa de mí mismo.
Y en ese estar en el pasado o en el futuro, me perdí de disfrutar la alegría de estar vivo, de respirar, de poder caminar, hablar y abrazar a mis seres queridos. ¡Ahora me doy cuenta que llevo 40 años siendo un zombie incapaz de vivir mi presente!
¿Tú también eres un muerto viviente?
Si algo de esto que te acabo de confesar te resuena, es probable que tú también seas un zombie y ni cuenta te habías dado. Te quiero ayudar a detectar si eres –como yo– un ‘muerto viviente’ para que tomes consciencia y empieces –también como yo– el camino de retorno a la vida.
¿Te acuerdas de esos tests que aparecen en las revistas del corazón que prometen ayudarte a averiguar si eres el mejor amante, o el novio celoso, o la novia tóxica? Pues quiero dejarte aquí uno parecido con 10 momentos que, si te identificas con ellos, seguro que tú también eres un zombie.
Hace años que no eres consciente de tu respiración.
No recuerdas si afuera de tu casa hay árboles o no.
Eres incapaz de sentarte o acostarte por al menos media hora y no hacer nada.
Te la pasas hablando sin parar cuando ves a tus amigos y te cuesta dedicar 2 minutos a escucharlos.
Te angustia tener tu agenda vacía.
Nunca tienes tiempo para ti.
Sigues añorando a un viejo amor que te abandonó.
Estás inconforme de forma permanente sobre lo que has logrado.
Jamás agradeces por lo que sí tienes.
Siempre piensas que serás feliz cuando logres tu siguiente meta.
Si te resonaron más de cinco de estos momentos es muy probable que seas un zombie. ¡No te preocupes! Si, igual que yo, quieres empezar a despertar y regresar a la vida, te recomiendo que practiques meditación profunda, que te ayudará a eliminar todo tipo de distractores y a acercarte a un estado de conciencia plena.
Si no se te da la meditación profunda, prueba con cualquier actividad que te reconecte con quien eres: una película, un libro, caminar, cocinar algún platillo de la abuela o simplemente viajar en tu mente a tu lugar seguro, ahí donde siempre te sientes pleno y feliz. Porque ya eres alguien, siempre lo has sido y no necesitas hacer nada más que respirar para estar aquí y ahora. ¡Estás vivo!