Hasta ahora empiezo a entender que esta figura se pone al servicio de algo más grande, de un beneficio para toda la sociedad y del planeta
Por Genaro Mejía
“Necesito que mañana me des tres nombres de gente de tu equipo que se tienen que ir. Tú elige quiénes serán”, me dijo esa mañana el director de la revista donde yo dirigía la edición digital.
Esa noche no pude dormir. ¿Cómo podía quitarles su trabajo de un día para otro sin tocarme el corazón? ¿Cómo elegir a quiénes se quedaban y a quiénes se iban en medio de aquella crisis económica mundial?
Cuando amaneció y me levanté casi en vilo ya tenía claro lo qué haría. “No tengo ningún nombre que darles. No pienso correr a nadie. Reduzcan mi sueldo o córranme a mí”, les dije a los jefes.
Al final, no sé cómo, logré que todo mi equipo se quedara, mientras vi salir a varias personas de las otras áreas del grupo editorial; fuimos el único sin bajas.
Después de esa crisis regresaron los tiempos de bonanza, el equipo creció y vinieron muchas coberturas periodísticas en el extranjero. Esos viajes a varias partes del mundo y el ambiente de nuestro trabajo entre mujeres y hombres con mucho poder, en hoteles y restaurantes de lujo, en vuelos de primera clase y otros beneficios, hizo perder el piso a varios.
Un buen día me vi rodeado de un equipo ególatra, que ya no aceptaba mis consejos ni sugerencias, que había cambiado su curiosidad y ganas de aprender por un mundo de apariencias y estatus.
Hoy, como emprendedor, trabajando fuera de los medios de comunicación formales, veo a la distancia estas escenas y me pregunto si ser un líder paternal fue la mejor opción o pude haberlo hecho mejor, si valieron la pena los desvelos y las angustias por un equipo que no lo valoró.
Pero, aún más allá, también me pregunto para qué necesitan las empresas y el mundo a los líderes o para qué diablos yo soñé tantos años con ser un líder.
Una posible respuesta a estas preguntas está en que el líder, antes que cualquier otra cosa, es alguien que, de forma humilde, ofrece un servicio. Pero, ¿a quién sirve el líder? ¿A los dueños de la empresa para la que trabaja? ¿A los miembros de su equipo? ¿A los clientes?
Hasta ahora empiezo a entender que un verdadero líder se pone al servicio de algo más grande, de un beneficio para toda la sociedad y del planeta.
“Practicar el liderazgo de servicio, en última instancia, implicaría servir a la sociedad a través del buen trabajo que está haciendo en nombre de sus clientes”, dice Bill George, profesor de administración en Harvard Business School y ex director ejecutivo de Medtronic.
“Los líderes de servicio se enfocan en identificar y satisfacer las necesidades de los demás en lugar de tratar de adquirir poder, riqueza y fama para sí mismos”, dice Kent Keith, director ejecutivo del Greenleaf Center for Servant Leadership.
Más ahora, después de esta pandemia, me queda claro que, ante una realidad tan retadora, ponerte al servicio de algo más grande que tú te da inspiración y propósito para seguir adelante. Pensar más en el bien común que en el bien personal. Con más líderes-servidores en el mundo tendremos, sin dudas, un futuro mejor.