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¿Quieres menos estrés? ¡Te urge platicar con tu ego!

Por: Redacción

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Le echas la culpa de los nervios, de la frustración y de la ansiedad al jefe, al trabajo, al tráfico, a la pareja, al mundo, pero no te das cuenta de que el único responsable del maldito estrés eres tú

Por Genaro Mejía

“Se queda a cargo el hombre de la casa”, le decía su papá cuando salía de viaje. 

Humberto tenía apenas cinco o seis años, y esas palabras lo hacían sentir mucho orgullo de que su padre confiara en él, pero también sentía un peso enorme de responsabilidad de cuidar a su mamá y a sus tres hermanos en la ausencia del verdadero hombre de la casa.

Era sólo una frase, pero para él se convirtió en un mandato. Creció sintiéndose el segundo papá de la familia y, muchas veces, el primero. 

Esto le provocó muchos problemas. Primero, el rechazo de sus hermanos, que no entendían por qué su hermano mayor tenía que darles consejos y regañarlos. ¿¡Quién se creía que era!?

Después, su mamá lo involucró desde muy pequeño en los problemas familiares más complejos: cuando el dinero no alcanzaba, cuando papá y mamá peleaban, cuando había accidentes o enfermedades graves de familiares. 

Luego, al paso de los años, toda la familia se acostumbró a que era quien resolvía los problemas, lo que provocó que su padre se sintiera desplazado y triste, pues le habían quitado el papel de proveedor.

Así es cómo Humberto conoció el estrés desde sus años mozos: todo eran responsabilidades, obligaciones, trabajo duro y cumplir expectativas. La diversión y el descanso no tenían cabida.

Por supuesto que con esta carga y pensamiento creció haciendo siempre más que los demás, corriendo cuando los demás caminaban, destacando con las mejores calificaciones, trabajando y estudiando desde los 10 años, sin parar ni mirar atrás. 

Así se convirtió en un exitoso ingeniero y luego en empresario. Lo daba todo siempre por la familia y por la empresa, pero siempre vivía lleno de nervios, angustia y frustraciones. Porque él no podía parar, no podía enfermarse, no podía descansar. ¿Qué harían sin él sus padres, hermanos, esposa, hijos, empleados, amigos?

Aunque muchas veces se relaciona al ego con el exceso de confianza en uno mismo, la otra cara es que, al sentirte indispensable para muchas personas, te llenas de responsabilidades y cargas, y eso te llena de estrés. 

“La sociedad no ayuda, pues la presión por destacar y convertirte en indispensable es constante. El ego alimenta esa presión haciéndonos creer que somos más importantes de lo que realmente somos”, dice Carlos Molina, reconocido autor del newsletter Multiversial. 

Te paras o te paran

Me temo que la historia de Humberto te resuena, sobre todo si eres emprendedora o emprendedor.  A mí me resonó mucho cuando leí el newsletter de Carlos Molina que justo hacía una relación entre el ego y el estrés.

Reconozco que hice “check” en todos los síntomas que él describe:

  1. Exceso de responsabilidad. Tu ego grande te dice que todo depende de ti y que un error tuyo puede tener consecuencias fatales.
  2. Competencia constante. Alguien te metió en la cabeza que debes ser el mejor, por lo que si otra persona empieza a destacar en tu ámbito o hay un nuevo desafío que superar, lo sientes como una amenaza.
  3. Te cuesta delegar. Porque piensas que nadie lo puede hacer mejor, y eso te sobrecarga de tareas y te llena de más estrés.
  4. Todo urge. Ese ego mal tratado te dice que todo es urgente, como si cada proyecto o cliente fueran de vida o muerte.

¿Con cuántos de estos síntomas te identificas tú?

Humberto caía en todos estos excesos del ego y el estrés hasta que un infarto lo obligó a parar. 

Como yo no quiero que me pase lo que a él, y estoy seguro de que tampoco tú, te comparto esto que encontré en otro newsletter de Ali Begun, donde dice que la sociedad nos presiona con tener un gran propósito en la vida para trascender en el mundo y dejar un legado, y esto es una carga demasiado pesada que, por supuesto, genera mucho estrés y nos hace pensar que, de no hacerlo, estamos desperdiciando nuestra vida.

“Solo pensar en eso me llena de ansiedad porque, honestamente, yo no quiero hacer cosas grandes en mi vida. Es demasiada presión”, dice. 

Por eso propone que dejemos de lado esta idea de la trascendencia para vivir una vida más simple, sólo disfrutando el momento presente y la alegría de estar con los seres que amamos. 

Tú, ¿qué piensas? Yo me quedo repitiendo como mantra lo que Ali dice en su artículo: “La vida es corta y la muerte definitiva”.

Genaro Mejía es periodista de negocios, speaker y LinkedIn Top Voices Latam. Estratega en comunicación, storytelling y nuevas narrativas. LinkedIn: @GenaroM / Newsletter: Bar Emprende