Duele decir adiós y cerrar ciclos, pero es lo mejor que te puede pasar: dejar tu zona de confort para seguir creciendo. Esta es la historia de un emprendedor y las tres veces que se tuvo que ir.
Por Genaro Mejía
Siempre quiso que su papá estuviera orgulloso de él. Era el tercero de cuatro hijos y tuvo que competir por su atención con sus hermanos. Para lograrlo se esforzó por convertirse en un niño modelo, de calificaciones perfectas en la escuela, de excelencia y perfección en todo lo que hacía.
“Me tocó hacer todo lo del bien portado para sobresalir durante toda la primera etapa de mi vida, y tiene muchas cosas muy buenas, pero también tiene sus laditos oscuros. ¡Es agotador!”, cuenta Juan Carlos Mallet, fundador y CEO de Palmer, Cooper & Wallace, una empresa de marketing transformacional.
Impulsado por la cultura del esfuerzo de su padre y buscando siempre su aprobación, Mallet –como le dicen sus amigos– trabajó desde niño, haciendo de todo un poco, incluso vendió trajes en Liverpool a los 16 años.
Ya más grande, mientras estudiaba administración en la universidad, su papá le pidió que lo apoyara en el taller mecánico de la familia. Los trabajadores le echaban pulla al “hijo del dueño”, le decían “el estorbante”, hasta que, poco a poco, se fue ganando el respeto de todos por su trabajo.
Llegó el día en que su papá tomó unas vacaciones con su mamá y lo dejó encargado del negocio. El desastre comenzó muy cerca del mediodía, cuando un cliente llegó a recoger su auto y no estaba listo. La reparación de ese coche estaba a cargo de El Tiburón, el mecánico súper estrella del taller, quien, aprovechando que el gran jefe no estaba, se escapó al billar más cercano.
Nadie previó lo que sucedería después. Con sus 18 años encima y las piernas temblándole, salió como cohete hacia el billar y confrontó al mecánico, quien, lejos de aceptar su falta, reaccionó con sorna y se burló. Mallet no pudo más y explotó: “OK, entonces no te presentes más. El lunes vienes por tus cosas.”
El lunes siguiente por la noche, casi al final de la jornada, su papá lo llevó a su oficina y le dijo algo que jamás imaginó escuchar y que lo marcaría para el resto de su vida:
–Te quiero decir dos cosas. La primera, que recontraté al Tiburón. Tú sabes que es nuestro mejor mecánico y lo necesito aquí. La segunda, decirte que el que se tiene que ir eres tú.
–¿Pero cómo? ¿Por qué? –le dijo desconcertado. Si yo simplemente actué en consecuencia de todo lo que tú me has enseñado.
–Justamente por eso tú te tienes que ir de aquí porque este lugar te queda chico y tú estás para cosas más grandes.
Fuera de la zona de confort
Gracias a ese ‘empujón’, Mallet se fue como practicante por un año a Microsoft y luego fue becario en Coca-Cola, donde hizo una exitosa carrera por más de 18 años y tuvo varios éxitos, en especial la transformación e impulso de las marcas de refrescos frutales como director de Marketing de Sparkling Flavors.
Fue entonces cuando la historia se repitió. Selman Careaga, quien había sido su jefe y mentor en Coca-Cola, lo llamó a su oficina y le dijo: “Ya estás por cumplir tres años en el puesto y tienes dos opciones: o te vas de la compañía o te vas de México.”
Él reaccionó de nuevo con desconcierto: “Pero, ¿cómo? Yo pensé que me ibas a ascender, que me ibas a dar un puesto dentro de tu equipo.” La respuesta fue un Deja vú de las palabras que le había dicho su padre a los 18 años: “No, porque eso no te va a hacer ningún bien, te vas a estancar.”
Con ese impulso, buscó y peleó por ganarse un nuevo puesto dentro de la compañía, ahora desde Dubai, como director de Marketing para la región de Medio Oriente, la única del mundo donde Coca-Cola no es la marca líder en la categoría.
Empezó con todo en contra. Ante un aumento de impuestos de 50% a bebidas de sabor a los países del Golfo Pérsico, el nuevo jefe le avisó que marketing se quedaba sin presupuesto, pues todo iría a las áreas operativa y comercial para poder aguantar el precio. “A ver cómo le haces”, le dijo.
También le tocó dirigir a su equipo entre los conflictos armados añejos de la región y, por si fuera poco, llegó la pandemia que cambió por completo las reglas del juego para todo el mundo.
Sorteó todas las crisis y logró colocar a Coca-Cola como la marca del cambio. Su familia vivía feliz en Dubai y todo estaba en calma al final de la pandemia. Parecía que Mallet lo tenía todo, pero no se sentía feliz. Tenía años con el sueño de crear algo propio, su propia marca, su propia empresa.
Esta vez fue su propia voz interior la que le dijo con mucha claridad: “Te tienes que ir”. Después de debatirse en noches enteras sin dormir, decidió compartir su decisión con su familia y sus jefes. Cerraría su ciclo en Coca-Cola, donde ya no sentía que podía crecer, ni aprender, ni retarse, y regresaría a México a empezar desde cero.
Fundó Palmer, Cooper & Wallace en febrero de 2021 e impulsó una exitosa carrera como speaker internacional. No se detuvo por nada. Más de tres años después de ser emprendedor y elegir salir de su zona de confort, el viaje ha valido la pena, al tener la fortuna de desarrollar y transformar, junto con su equipo, grandes marcas.
Hoy, después de escuchar tres veces el “te tienes que ir”, Mallet mira el futuro con realismo: “Estoy contento con donde estoy parado. Me siento más cómodo que nunca porque estoy preparado para enfrentar la incertidumbre, y eso es lo que yo le puedo ofrecer a las marcas, y eso es lo que yo le puedo ofrecer a mis hijos: Certeza en tiempos de incertidumbre.”
Genaro Mejía es periodista de negocios, speaker y LinkedIn Top Voices Latam. Estratega en comunicación, storytelling y nuevas narrativas. LinkedIn: @GenaroM / Newsletter: Bar Emprende