Perdonarán esta columna autoreferencial, pero miren: en el año 2000, el malvado de Fox estaba asumiendo el poder, el volcán Popocatépetl lanzaba fumarolas y un grupo de editores (entre los que me encontraba yo), convocados por Cristina Faesler, se reunía en una finca en Fortín de las Flores, Veracruz, para hacer una primera selección de las miles de imágenes que Cristina y Jerónimo Hagerman habían reunido alrededor de la ciudad de México y que debían conformar un libro.
Se imprimieron las imágenes y se colocaron en las paredes de un squash. Aquella fue la primera manifestación evidente de que estábamos frente a un gran proyecto.
Meses, desvelos, cientos de citas para recaudar fondos y numerosas discusiones después, nació ABC DF, Diccionario Gráfico de la ciudad de México. Se trata de un libro con la cubierta roja,. varios kilos de peso, más de mil páginas y un montón de imágenes de la ciudad ordenadas bajo un concepto, como “altar” o “peinados”, en orden alfabético, como si se tratara de un diccionario.
Las imágenes, tomadas de distintas fuentes, desde fotógrafos profesionales hasta postales, daban una idea de una ciudad compleja, rara, fascinante. Ahora suena a lugar común, pero también reflejaban algo que no era común entonces; el orgullo de vivir aquí, por más mugroso y marginal que fuera.
El libro, hay que decirlo, hizo época. El fotógrafo inglés de la agencia Magnum, Martin Parr, consideró que se trataba de uno de los 100 mejores libros de fotografía en el mundo. Y el museo de Bellas Artes acogió una impresionante exposición que se llamaba ABCDF Palabras de la ciudad, que combinaba fotos del libro y objetos sacados de sus páginas (me acuerdo de unos trofeos absurdos y de una máquina de hacer tortillas).
El libro se convirtió en un objeto de culto y me parece que fue muy influyente en la manera en que ahora representamos la ciudad. Luego, el libro viajó. Hubo exposiciones en Nueva York y Moscú, y parece que todo se había olvidado hasta que ayer me enteré que una selección de imágenes del libro se está exhibiendo en Museo de Arte Contemporáneo MOT, de Tokio, hasta el 9 de junio.
Me imagino las preguntas que se están haciendo los japoneses ante esas imágenes tan raras. Y pienso que Tokio también es muy raro y cómo de debe disfrutar el encuentro de esas dos extrañezas. Todo lo cual, además, me lleva a levantar un vasito de sake y seguir celebrando a la ciudad. Salud.
* Guillermo Osorno es director de la revista Gatopardo y cronista de la ciudad. Fue director de la revista dF y compilador de los libros ¿En qué cabeza cabe? (Mapas, 2004) y Crónicas de otro planeta (Random House, 2008). Es egresado de la escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia y profesor de periodismo narrativo en la maestría de periodismo y asuntos públicos del CIDE.