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“La falta de fuerza” admite un espectro de situaciones: desde un estado precario de salud personal del Papa hasta la ausencia de fuerza institucional para poner orden al interior del Estado más pequeño del mundo.
En la historia contemporánea de la Iglesia Católica, es decir, en los últimos 100 años, ningún Papa había enfrentado escándalo tras escándalo como Benedicto XVI.
El tema de los sacerdotes pederastas estalló apenas asumió el trono de San Pedro. Demandas multimillonarias en Estados Unidos y Europa empezaron a amenazar las finanzas del Vaticano.
A ello habrá que agregar las acusaciones de presuntos encubrimientos de estos ilícitos por parte del entonces Cardenal Joseph Ratzinger, cuando fue secretario del Vaticano, el segundo cargo en importancia.
Al menos en dos casos, el Papa habría sido enterado directamente de estas graves acusaciones (el caso del Padre Maciel en México y de dos sacerdotes en el estado de California), sin que hubiese actuado.
A la pederastia siguieron dos escándalos más: uno, la filtración de documentación privada y personal del Santo Papa en febrero de 2012 por parte de uno de sus mayordomos, Paolo Gabriele, que dio origen al llamado Vatileaks; dos, el señalamiento de manejos irregulares de fondos del Banco del Vaticano que en enero del presente año formularon autoridades financieras italianas sobre la presunta violación a la severa legislación contra el lavado de dinero de aquella nación.
En este sentido, la abdicación papal coloca en una encrucijada crítica extrema al Estado Vaticano: o resuelven sus pugnas e intrigas políticas internas, o perderá presencia, prestigio y confianza la Iglesia de Roma en el resto del mundo.
Para sobrevivir y adaptarse a este mundo en cambio, el Estado Vaticano deberá promover una reforma radical, es decir, desde la raíz. Los progresistas delinean algunas de estas posibles acciones: despojar del fuero eclesiástico a los sacerdotes que incurran en delitos graves, para que sean juzgados por la justicia civil; transparentar el manejo de sus finanzas eclesiales; abrir las puertas al ejercicio sacerdotal a las mujeres; permitir el matrimonio de los clérigos, entre otras.
Es decir, de los cuatro votos que sustentan a la Iglesia como una corporación de paradigmas y dogmas (castidad, pobreza, obediencia y fidelidad al Magisterio), se trataría de revisar y actualizar el primero. ¿Habrá un Papa con la suficiente fuerza para lograr este cambio? Pronto lo sabremos.
¡Anímate y opina!
*Coordinador parlamentario de Movimiento Ciudadano
(Ricardo Monreal Avila)