El estadista estadounidense falleció a los 100 años, dejando atrás tanto elogios a su poder para establecer relaciones con Rusia y China como señalamientos de “criminal de guerra” por los bombardeos en Camboya y Laos, y su intervención en las dictaduras latinoamericanas
Si alguien es responsable de cómo Estados Unidos es visibilizado aún al día de hoy en la política exterior, ese es Henry Kissinger. El exsecretario de Estado estadounidense falleció este miércoles a los 100 años en Connecticut, avisó un comunicado en su página web oficial. Esta noticia ha ocasionado diversas reacciones entre las que se admira su brillantez como estadista, pero también se critican sus intervenciones que, señalan, condujeron a miles de muertes sólo para evitar la expansión comunista.
Kissinger no era de origen estadounidense; nació en Alemania el 27 de mayo de 1923. Sin embargo, llegó a tierras americanas en 1938 cuando su familia huía del terror nazi. Fue hasta 1943 que se convirtió en ciudadano y sirvió en el ejército, para después ser parte del cuerpo de inteligencia. Su ascenso a asesor de Seguridad Nacional ocurrió con el gobierno de Nixon en 1969, con el cual también se convirtió en secretario de Estado en 1973. Siguió en la misma posición incluso cuando Nixon dimitió a la presidencia y le sucedió Gerald Ford.
Durante ese tiempo fue que cosechó su fama en cualquiera de sus versiones. Con la Guerra de Vietnam, por ejemplo, llevó a cabo una estrategia para la salida de Estados Unidos del conflicto bélico, lo que derivó en que recibiera el Premio Nobel de la Paz en 1973. Aunque el galardón atrajo controversia porque se acusó al estadista de alargar la guerra más de lo necesario, ser responsable de bombardeos que arrebataron miles de vidas en Camboya y Laos, y aunque se firmaran acuerdos, no haber dado gran solución debido a que Vietnam del Norte terminó invadiendo a Vietnam del Sur.
A pesar de ello, ganó mérito al lograr una política de distensión con China y la Unión Soviética. Estados Unidos consiguió estrechar lazos con el gigante asiático al reunir primero a Nixon con Mao Tse Tung en 1972. Años después, las relaciones con políticos chinos continuaron, siendo la última reunión de Kissinger con un jefe de estado de aquel país hace cinco meses. Algunas editoriales se despidieron de él llamándolo “diplomático legendario”.
Vladimir Putin, presidente de Rusia, también externó sus condolencias hacia el “estadista sabio y visionario”. Kissinger tomó algunas decisiones cuestionadas durante la Guerra Fría para buscar arrebatar poder al Estado socialista; como consecuencia, se alcanzó un estado de paz ante la amenaza de las armas nucleares y disminuyó la fuerza de esta potencia en el Medio Oriente.
Pero detener la ideología comunista tuvo un alto precio para Latinoamérica. Su influencia en el Cono Sur hizo que apoyara el golpe de Estado contra Salvador Allende en Chile en 1973. Además, tuvo influencia en regímenes dictatoriales en Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay durante la década de 1970, bajo el Plan Cóndor. Esto llevó a los mencionados países a grandes cifras de muertos, encarcelados y desaparecidos. El funcionario aceptó haber realizado algunas de las acciones, otras no.
Su poder también se extendió hasta México, donde coincidió con los presidentes Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría. Archivos de Seguridad Nacional mencionan que Kissinger sintió admiración por cómo el Partido Revolucionario Institucional (PRI) se posicionaba como único en ese momento.
Pasar por problemas cardíacos nunca lo detuvo, siguió activo hasta sus últimos días. Para él, todo tuvo una justificación.