Antes de su creación, el acceso a los libros era limitado. Aunque su surgimiento tuvo algunos atropellos: aunque el primer decreto para su creación se expidió en 1833, su apertura se dio hasta 1884
Acercarnos a una biblioteca para consultar cualquier información de nuestro interés puede parecer una actividad bastante cotidiana hoy en día. Es más, nunca falta quien diga que estas guardianas del patrimonio documental de la humanidad ya son “obsoletas” frente al internet. Pero hablando en especial de la Ciudad de México, abrir las puertas de una para la población en general no fue tan simple o tan de antaño.
De hecho, las bibliotecas públicas más importantes de la capital no tienen un año de nacimiento tan antiguo como imaginamos. Como ejemplo podemos mencionar a la Biblioteca Central de la UNAM, inaugurada en 1956, y la Biblioteca de México, abierta en 1946.
La excepción es la Biblioteca Nacional de México (BNM) que cumplió este mes 140 años de vida, por lo que aprovecharemos su aniversario para hablar de su historia y, de paso, sobre por qué fue un hito su apertura.
Letras al alcance de pocos
Si bien desde la época prehispánica existía la preocupación por preservar la sabiduría del pueblo de forma documental, según el artículo “Historia de las bibliotecas en México” de Robert Endean Gamboa no hay un consenso en si es correcto denominar “biblioteca” a la forma en que se hacía. Algunos argumentos son que los espacios para conservar códices tenían naturaleza más archivística (como depósitos) o que el concepto es europeo y por tanto aplicable hasta después de la conquista española.
Así, las bibliotecas llegaron junto con la Iglesia. Los estantes tanto de centros religiosos como educativos (y colecciones privadas) se llenaron de libros exportados, códices prehispánicos rescatados y publicaciones hechas en la Nueva España. La primera biblioteca pública de América nació en la ciudad de Puebla en 1646: la Biblioteca Palafoxiana. Mientras que el primer recinto de este carácter en la Ciudad de México fue la Biblioteca Turriana, inaugurada en 1758, que se convirtió en la Biblioteca Pública de la Catedral Metropolitana de México en 1804.
A pesar de su intención, no eran para todos. Además del analfabetismo, el sistema de castas colonial da razón de quiénes podían acceder al conocimiento bibliográfico. Robert Endean Gamboa señala que “grupos selectos de la nobleza india tuvieron acceso a la cultura europea, al libro y a las bibliotecas por un breve tiempo en los años inmediatos a la conquista, pero luego se suprimió esa posibilidad y el acceso fue privilegio exclusivo de la población blanca a lo largo del período virreinal”. Por tanto, su uso estuvo principalmente reservado para el clero y personas con estudios de nivel superior.
Con la Independencia también vino la inquietud por abrir la cultura y la educación a la población, por lo que hasta 1833, de parte del presidente sustituto Valentín Gómez Farías, surgió el primer decreto de creación de una Biblioteca Nacional. Sólo que las pugnas con los conservadores no permitieron su avance. El artículo “La Biblioteca Nacional de México hacia el Nuevo Siglo” de Rosa María Fernández de Zamora explica que hubo más decretos para concretar este proyecto en 1846, 1857 y 1867.
Nace la Biblioteca Nacional
El 30 de noviembre de 1867, Benito Juárez expidió el decreto que por fin logró la creación de la Biblioteca Nacional en el extemplo de San Agustín (su primera sede). No obstante, luego de cambiar dos veces de director, la inauguración de la Biblioteca Nacional de México (BNM) llegó con José María Vigil el 2 de abril de 1884.
El acervo de la BNM estaba compuesto de más de 90 mil volúmenes provenientes de colecciones heredadas de bibliotecas coloniales, de manera que dos tercios de este trataban sobre teología. Esto rompió con el ideal liberal de contar con publicaciones más modernas, aunque se extendió una cuota para incrementar su patrimonio.
Tras depender de la Secretaría de Educación Pública (SEP), a partir de 1929 se entregaría a la administración de la UNAM (que ese mismo año acababa de obtener su autonomía). Pero problemas de infraestructura llevaron a buscar un nuevo hogar para la BNM. El plan era alojarla en el edificio destinado a la Biblioteca Central, lo cual no ocurrió. En su lugar se mudó en 1979 al Centro Cultural Universitario.
No fue la única que cambió de residencia, pues en su mismo edificio la acompaña la Hemeroteca Nacional de México (HNDM), que permanecía en el ex templo de San Pedro y San Pablo desde su inauguración el 28 de marzo de 1944 (sí, también está de fiesta con 80 años de existencia). Tanto la BNM como la HNDM están adscritas al Instituto de Investigaciones Bibliográficas.
De actualidad
Aunque se encuentra en Ciudad Universitaria, la BNM sigue siendo un espacio gratuito y abierto a todo el público. De acuerdo con su página oficial, sus colecciones se dividen entre el Fondo Reservado y el Fondo Contemporáneo. El primero, de resguardo especial por poseer ejemplares de gran antigüedad, rareza o valor, cuenta con más de 150 colecciones agrupadas en cuatro sub-bibliotecas: Raros y Curiosos, Fondo de Origen, Archivos y Manuscritos, y Colecciones Especiales.