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Si yo viviera en la colonia Anzures, y tuviera una postura en contra de los parquímetros, estaría bien enchilado.
Pero bien enchilado.
Y a cualquiera que viniera a decirme que así es la democracia, que el bienestar de los más debe ser lo que prive, y que me tengo que aguantar mi enojo, a cualquiera que me saliera con esos argumentos yo podría echarle en cara que la ley no es pareja, y que por lo mismo, no se vale que a la Anzures le apliquen un rigor inexistente, por ejemplo, en la Condesa o en la Roma.
Escribo estas líneas al mediodía del miércoles en la Condesa.
En la calle Amatlán, para ser preciso.
Vine a confirmar que en algunas calles de esta colonia siguen imperturbables estos postes amarillos, cada vez menos artesanales y más permanentes, con los que varios vecinos se han adueñado de un espacio urbano que no les corresponde.
Con solo activar un candado, estas personas atraviesan una estructura de metal sobre el arroyo vehicular impidiendo que cualquiera se estacione en “su” espacio.
Otro ejemplo de que la ley es dispareja.
No hay dios en la delegación Cuauhtémoc ni en la jefatura de gobierno, que impida que mudanceros y talleres mecánicos se adueñen, ni más ni menos, que de espacios sobre la avenida Medellín, que para más señas es –o fue algún día— un eje vial.
Gracias a que nadie pone orden, cosa que hace años que no pasa, Medellín padece un embotellamiento permanente: sus cuatro carriles se reducen a tres o incluso dos en varios tramos porque hay ahí autos y camiones estacionados de manera permanente.
Yo, que no vivo en la Anzures y que estoy a favor de los parquímetros, hoy le doy la razón a los que en la Anzures sienten que no se vale lo que les están haciendo.
Porque el gobierno del Distrito Federal no entiende que para ser aceptables por todos, las políticas públicas deben partir de un principio de igualdad ante la ley.
Y hoy, unos vecinos son dueños de la calle –solo mencioné dos de muchos ejemplos que hay en toda la ciudad, cada uno podría agregar el que tenga más a la mano— mientras que a otros se les aplica a rajatabla una decisión de ordenamiento del espacio público.
Dudo mucho que alguien esté preocupado en la jefatura de gobierno o en las respectivas delegaciones por esto que está pasando, por la aplicación desigual de la ley.
Y ni qué decir de los asambleístas, que con inigualable desfachatez se han regalado vacaciones de semana santa.
¿Alguien recuerda algo digno de mención que haya hecho la VI Asamblea Legislativa en lo que lleva de vida?
Pensándolo bien aunque no vivo en la Anzures ya estoy enchilado.
Bien enchilado.
No entiendo cómo podemos tolerar a autoridades que permiten que la ley del más gandalla sea la que priva en las calles del Distrito Federal.
Y yo que creía que el problema solo lo tenían los inconformes vecinos de la Anzures.
El problema es de todos los que creemos que hay ley, y que debería haber en el Distrito Federal una autoridad digna de ese nombre.
¡Anímate y Opina!
*Periodista, colaborador de El País, columnista en La Razón y sinembargo.mx.
(Salvador Camarena | MÁS POR MÁS)