Salgo con mi mochila del aeropuerto, siento el golpe del vapor acapulqueño y subo a un taxi: extendido y tenso su brazo sobre el volante, realzados sus hombros por una guayabera que lo comprime, el chofer me estudia por el retrovisor con una mirada insondable bajo los lentes oscuros y me dice con su voz rasposa: “Bienvenido a Acapulquito”.
Por La Comadre 101.5 FM canta “El Buki” ese tema de “Dale como a mí un beso a él / a ver si se te eriza igual la piel”, cuando un corte informativo avisa que maestros de Guerrero bloquean la Autopista del Sol. “¿Cómo ve?”, pregunto al conductor, de nombre Dionisio, y él reclama: “Casi casi quieren que la Policía Federal los lleve de su casa al trabajo. Voy a pedir lo mismo”.
“Pero los están levantando”, le contesto y me revira: “¿Ah, sí? ¡Ganan un chingo sin trabajar! Uno me confesó: vendí una plaza en 300 mil”. Mejor me callo. Veo el paisaje marino y por un espectacular me entero que hoy 22 de marzo canta Luis Miguel en el Forum: “Lo demandaron los empleados de su mansión de aquí”, me cuenta Dionisio. “¿Por?”, pregunto. “Por pinche tranza”, puntualiza.
Bajo una artillería de claxonazos, a la Costera Miguel Alemán la estrangulan las vecinas obras del Acabús (el nuevo Metrobús de allá), que encienden a los furiosos y desvencijados autobuses locales cuyas mantas reclaman: “¡No al Acabús!”. La abandonada plaza comercial Gran Picuda se cae a pedazos sobre las marejadas de turistas y nativos; tres edecanes de Tecate tuestan sus caderas danzantes con el sol de 35 °C y un gentío entra y sale de negocios como Quicksilver, Señor Frog’s o Applebee’s. “Acapulco aún está pujante”, pienso un instante, pero me castigo con una bofetada mental cuando al pie de la Diana y el mítico table dance Tabares un cartel vial señala “Renacimiento”: imagino esa colonia y mi cerebro pinta cabezas en banquetas, narcotienditas y destazados en hieleras. “Es que la muerte de ‘El Barbas’ desató la lucha entre cabecillas”, explica el chofer.
A mi izquierda, un matrimonio sale feliz del Hotel Mónaco –edificio alegre como un trozo de cascajo- junto a sus dos hijitas de flamantes trenzas jamaiquinas, tres minutos antes de que con sirenas encendidas bajen por la avenida cuatro camionetas de la Policía Federal, 12 agentes en cada una, con pasamontañas y aferrados a sus AR-15. Ya casi en La Quebrada, mi primer destino en “Aca”, Dionisio me advierte: “Aguas con tu taxi de regreso, que no te lleve por un camino raro”.
“¿Pues qué le digo?”, pregunto. “Le dices: ‘Mira, cabrón, si te vas derecho llegas. Y si te inventa: ‘es que el tráfico…’, le respondes: ‘Ni madres. No te voy a pagar, no te creas que me vas a agarrar de tu pendejo’ ”.
*En sus inicios fue reportero de Reforma y otros diarios, y después pasó a escribir en revistas como Chilango, Esquire o Emeequis, en la que hoy hace periodismo narrativo. Ha sido profesor universitario y conductor de televisión. Premio Nacional de Periodismo 2007.
(ANÍBAL SANTIAGO)