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1: Un hombre mayor se acerca a dos jóvenes mujeres que caminaban por Álvaro Obregón en la colonia Roma. Les pide su ayuda para cambiar un cheque aduciendo que no tiene identificación.
Después de una enredada trama que implica una fuerte dosis de ingenuidad por parte de las afectadas, el hombre mayor y un cómplice que se sumó después huyen con la bolsa de una de las chicas. Ésta recurre a la herramienta del iPhone y se percata de que el teléfono viaja con toda tranquilidad a bordo del Metrobús con dirección a Indios Verdes. Llama a un patrullero en motocicleta y se lanzan a la caza del vagón.
La persecución se torna emocionante justo cuando el camión llega a su última estación. En ese momento el policía con gesto derrotado le explica a la abatida joven que los ladrones están por cruzar el límite del Distrito Federal y que una vez en Hidalgo su jurisdicción para intervenir es nula. Kaput iPhone.
2: En la calle de Zacatecas, también en la colonia Roma, otra mujer avanza un miércoles a las 2 de la tarde mientras habla con su madre por teléfono. Por la acera se acerca una motocicleta roja que al pasar junto a ella le arrebata de un manotazo el teléfono y se va ante la mirada atónita de los paseantes que siguieron con la mirada al ladrón mientras éste se esfumaba con toda calma.
El primer impulso de la mujer fue buscar su teléfono pero después se percató de que para borrar sus contactos, fotografías y correos electrónicos de manera remota (donde tenía información que sería como un buffete ilimitado para extorsionadores) tenía que renunciar a su posibilidad de rastrearlo posteriormente. Au Revoir iPhone.
3: A una mujer en un restaurante, también en la colonia Roma, le roban su bolsa sin que ésta se percate. Busca el teléfono y el radar apunta a la colonia Guerrero. Para una patrulla en la calle y la respuesta del patrullero es: “Uy, si quiere la acerco pero yo a esas calles no me meto y le recomiendo que usted tampoco”. Arriverderci iPhone.
Este tipo de minitragedias pequeñoburguesas palidecen, obviamente, ante la amenaza de inseguridad que afecta al resto del país. Sin embargo éstas vienen acompañadas de historias cada vez más frecuentes de asaltos, robos a casas habitación e incluso balaceras que sugieren que la mancha de inseguridad (como la llaman muchos) pudiera estar más cerca de la capital de lo que las autoridades –y sus habitantes– estamos dispuestos a aceptar.
(Diego Rabasa Salinas)