En los casi cinco meses que llevan desparecidos los estudiantes de la normal rural “Raúl Isidro Burgos”, las redes sociales como Twitter han visto surgir hashtags como #Ayotzinapa o #YaMeCanse. El reclamo por los desaparecidos es el más reciente ejemplo de la intensidad que puede alcanzar una causa en redes sociales, esa plaza pública en donde caben todos y cada uno con su propia posibilidad de participación: ciudadanos, ciberactivistas y defensores de derechos humanos.
“Es un momento colectivo que nadie controla. Un momento que combina la indignación con la oportunidad de defender temas de derechos humanos”, dice Jesús Robles Maloof, abogado y defensor ‘todo terreno’ de los derechos humanos. Él, como ciberactivista, ha sido parte de muchos momentos en la línea de tiempo de las acciones colectivas en internet, que parten del #votonulo de 2009, la crisis de la #influenza de ese mismo año y llegan hasta #TodosSomosAyotzinapa.
Alejandro Pisanty es doctor en física cuántica y presidente de la Sociedad Internet de México. En 2009 encabezó uno de los movimientos más efectivos en contra del impuesto del 3% que se quería aplicar a los servicios de Internet. De su pantalla nació el hashtag#internetnecesario.
Pisanty considera que el ciberactivismo es abierto, heterogéneo y transgeneracional. “Lo más importante es su poder para integrar en un movimiento a personas que no pertenecen a ninguna organización política, pertenecen a distintas organizaciones o que incluso divergen en otros temas ”.
Abre un espectro más amplio de formas y niveles de participación. “Los movimientos en línea sacan a la gente de lugares que no imaginas. Gente que no iría a un mitin político participa en internet”.
En la tipología de los ciudadanos de la red, hay que valorar la importancia de aquellos que participan porque quieren sentirse parte de un cambio y de una identidad colectiva, dice Robles Maloof: “Esos son importantísimos. A lo mejor es un cuate que no cree en las marchas, pero que está dispuesto a ayudarte”.
“Los espontáneos —continúa Robles Maloof— surgen a partir de casos y no de temas. Emergen cuando a una persona le pasó algo que les genera empatía”.
Del otro lado están los ciberactivistas, quienes tienen un interés prolongado en distintos temas, dice Pisanty. “Tienes gente que está esperando el siguiente movimiento, que es un ciberactivista constante en temas de derechos humanos”.
Robles Maloof es uno de ellos. Como abogado, ha transitado por organizaciones de derechos humanos, con una breve estancia en la política partidista. Explica que “la intensidad es lo que marca a estas nuevas tecnologías. La intensidad de la comunicación permite que se visualice la acción y que a la gente le quede claro que hay un problema y que hay que hacer algo… Por eso, para ser un buen ciberactivista, tienes que ser medio intenso, medio nervioso, medio ansioso y estar”.
En el inicio, la incredulidad
Alberto Escorcia también es ciberactivista. Desde redes sociales ha impulsado tres sitios de internet: Pateando Piedras, #YosoyRed y Lo que sigue…, donde promueve un mapa de desaparecidos en México.
Su arribo al activismo sucedió en 2009, cuando la crisis de la influenza develaba la incapacidad de comunicación gubernamental. “Abrí mi cuenta en Twitter —recuerda— porque vi que podía ayudar compartiendo información”.
En 2009 también arribaron a Twitter Robles Maloof y Pisanty. El primero desde su actividad como defensor de derechos humanos y el segundo como investigador.
A los pocos meses, ambos se convirtieron en ciberactivistas a su manera. Pisanty asumió la causa de #internetnecesario. Escorcia y Robles Maloof fueron “convirtiendo las pequeñas indignaciones en grandes indignaciones”.
Causas entrelazadas
En el despegue de Twitter en México se sumaron otras causas, como la defensa del matrimonio entre personas del mismo sexo (#matrimonioDF). A Robles Maloof el tema le tocó la piel política. Él, como parte entonces del extinto Partido Alternativa Socialdemócrata, había redactado las leyes de convivencia y matrimonio que aprobó la Asamblea Legislativa del DF. “Un día a Daniel (Gershenson) y a mí se nos ocurrió probar Twitter para convocar a la marcha, a Los Pinos, contra el intento de Felipe Calderón de vetar los matrimonios entre personas del mismo sexo”. Lanzaron la convocatoria y para su sorpresa, llegaron como 20 tuiteros. Ahí nació ContingenteMX, aún activo.
En adelante, cada crisis trajo su nuevo lote de ciberactivistas: ciudadanos que comenzaron a usar este tipo de medios para comunicarse y organizarse, dice Pisanty.
Robles Maloof comenzó a narrar el país desde la mirada “parcial” de un defensor de derechos humanos; se ha involucrado en la defensa de tuiteros y blogueros. “Hay que protegerlos a ellos y a su actividad de comunicar”, resalta.
La red se ha convertido en un espacio de lucha política, estrategia y dinero, explica Robles Maloof. “A veces parece que el social media, con sus técnicas y su perversidad, le está ganando terreno al ciberactivismo”.
Frente a estrategias como la saturación de los bots, “que hacen más difícil que pequeñas indignaciones se conviertan en grandes indignaciones, hay que recurrir a mejores estrategias de organización”.
Además, hay que saber cuidarse, coinciden Escorcia y Robles Maloof, los dos amenzados por su ciberactivismo. “Tenemos que estar más pendientes del momento y de lo que hacemos en internet”, dice Robles Maloof.
Se trata, dice, de subir el costo político para las agresiones y amenazas a ciberactivistas, vinculándonos con organizaciones o redes de solidaridad con capacidad de respuesta. De eso dependerá que no logren callar a más ciberactivistas.
Amnistía Internacional lo define como: “Una persona que utiliza herramientas de información y comunicación como teléfonos móviles, blogs, correo electrónico o redes sociales para actuar en favor de los derechos humanos”.