La última vez que los homicidios en Tepito y en la Morelos se llevaron las primeras planas fue en 2003. En ese entonces habían muerto unos 25 jóvenes en menos de tres meses. El comandante Víctor Hugo Moneda —un gran amigo que fue asesinado en 2008—, investigó el caso. No fueron, como se dijo en los medios, ejecuciones por el control de las drogas. Fueron por culpa del corazón.
Resulta que en uno de esos asesinatos, Moneda acudió a las calles de Lecumberri. Los cadáveres de Armando Velázquez y de Antonio Chirino estaban encaramados en la cajuela de un Neón. El comandante hurgó el vehículo, revisó cada papel. No encontró nada. Luego vio a dos jóvenes que, de lejos, miraban la escena del crimen. Moneda, que presumía tener olfato de perro de la DEA, les dijo a sus agentes: Agarren a esos dos.
En la patrulla, el comandante se sentó a hablar con los chamacos. No necesitó utilizar sus tácticas sobre el manejo del miedo: los detenidos terminaron soltando la lengua. Y la historia, en palabras del comandante, era ésta:
El que empezó todo el desmadrito se llama Óscar Adrián Gamboa Solís; le dicen el Pozoles y tiene 23 años. Es de la banda La Bella Elena, la que controla desde Héroes de Nacozari hasta Congreso de la Unión; se dedica al narco, al robo de vehículos y al homicidio. El Pozoles tiene o tenía una novia: Ana María y le dicen la Santa Muerte porque trae esa calavera tatuada en la espalda; la chamaca tiene un hijo con un malandro que está en la cárcel; abandonada, se juntó con el Pozoles, pero ya lo dejó y ahora anda de novia con los de las otras dos bandas, la del Quinto Infierno y la de la Morelos. El Pozoles juró que va a matar a todos los que anden con la Ana. Y entre ellos está Hugo Bocinas.
El caso acabó con el arresto de más de 40 sicarios. Además, el 14 de mayo de 2005, el Pozoles fue baleado dentro de una iglesia donde se venera a la Santa Muerte.
Lo que hoy ocurre (homicidios en un bar de la Condesa y en un gimnasio de la Morelos, así como el levantón de once chicos en la Zona Rosa) no se debe a una mujer. Ya no estamos para esas fábulas. Hoy el narco y quienes lo patrocinan trajeron su guerra al DF y, desafortunadamente, le ha tocado al código postal 06200 estar en medio. Supongo que ya llegará a otras colonias.
Posdata:
Odié a Tepito por muchos años. Quizá fue por el asalto que sufrí en una vecindad de la calle Tenochtitlán. O quizá fue por los tacos de tripa que me comí en Aztecas y caí enfermo de tifoidea. Los últimos años, sin embargo, he conocido a algunos tepiteños que me han orillado a comprender que Tepito es más grande que sus penas.
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*Estudió comunicación en la UNAM. Ha colaborado en Reforma, Milenio y El Universal y el semanario Emeequis. Es tres veces Premio Nacional de Periodismo en Crónica. Autor de Gumaro de Dios, el caníbal, Placa 36, Entre Perros y El más buscado.