Decir que en las grandes ciudades ahonda la soledad es un lugar común terrible y, como todos los lugares comunes, es cierto. La ciudad de México no es la excepción.
Antes era común escuchar que en el DF la situación era diferente a otras grandes ciudades porque aquí “las relaciones de familia y las relaciones de barrio son muy fuertes, y eso hace que la idea de Comunidad sea muy sólida”. Dudoso de dicha aseveración, en los últimos años le he dedicado un tiempo considerable a la revisión de esta idea con diversos grupos de jóvenes.
El ejercicio ha sido muy concreto. Visitamos escuelas de nivel medio y medio superior explorando cómo es que los estudiantes conciben la idea de Comunidad. Para ello, utilizamos dinámicas y actividades en escuelas privadas y públicas de Cuajimalpa, Álvaro Obregón, Iztapalapa o Miguel Hidalgo, entre otras.
Algunas de las preguntas que se plantean son “¿Qué tienes en común con la gente con quien más convives?”, o “¿en qué es diferente la relación que tienes con tus compañeros de clase a la relación que tienes con tus vecinos o tus primos?.” Responder no es fácil. Ni para ellos ni para nadie. En casi todos los casos los participantes identifican como “Comunidad” al conjunto de personas a quienes conocen directamente y con los que han tenido una interacción cotidiana. La realidad es que la idea de Comunidad es más vaga y ambigua de lo que creemos y existe poca claridad sobre a qué nos referimos cuando la utilizamos.
Hace casi 20 años McMillan y Chavis lanzaron un estudio donde enumeraron 4 elementos clave para entender el sentido de comunidad. En un tiempo en el que la integración social se ha convertido en la aspiración de un país con profundas fragmentaciones, se vuelve fundamental recordar estos elementos:
Membresía:
Es necesario definir los límites y acuerdos que cada integrante debe de respetar para que se mantenga un sentido de pertenencia e identificación. ¿Qué requisitos tendría ser parte de la Comunidad Chilanga? ¿o la comunidad tepiteña, condechi, delvallesina, coapeña?
Influencia:
Cuando existe un conjunto de valores comunes y reglas, se activa la influencia. Una comunidad necesita que sus integrantes se influyan mutuamente. Es decir, que todos tengan la percepción de que su opinión cuenta e impacta a los demás, y que las opiniones de los demás le impactan.
Integración y Satisfacción de Necesidades:
Deben existir un conjunto de recompensas que motiven o incentiven la integracion. En este caso, las comunidades politizadas son muy efectivas. Aunque no haya necesariamente tantos valores compartidos, los líderes políticos se encargan de que las recompensas sean claras: tinacos, paraguas o promesas de pavimentación o tuberías.
Conexión emocional compartida:
Este es quizá el elemento clave. ¿Cómo construimos los vínculos que nos acercan? En algunas comunidades, el combate a un enemigo común se vuelve el elemento de cohesión. En otros casos son las tradiciones (procesión de Iztapalapa), los desastres (inundaciones o terremotos) o incluso las decisiones de coyuntura que lo mismo dividen que acercan (consulta de parquímetros en condesa).
Cuando una sociedad pierde su sentido de comunidad se vuelve incapaz de dialogar, de ser empática y de afrontar de manera colectiva los retos públicos y las afrontas individuales. Aparte del sentimiento de soledad de muchos habitantes de esta gran ciudad, existen grandes retos que sólo la Comunidad Chilanga puede resolver. Para eso, primero tenemos que entender qué significa serlo.
¡Anímate y opina!
PABLO COLLADA. Fundador de la ONG Camino Ciudadano, proyecto que construye ciudadanía con jóvenes por medio de actividades presenciales y digitales.
(PABLO COLLADA)