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19 de agosto 2024
Por: Redacción

 De Caracas a Santa María la Ribera

Hace algo más de un año lxs venezolanxs empezaron a llegar a esta colonia emblemática de la alcaldía Cuauhtémoc, cambiando su dinámica habitual

Por Josué Huerta 

Al venezolano que sale de su país en avión o atravesando la selva hasta llegar a México se le ve como un “cajero con pies”. La fatal conclusión es de un hombre de hablar educado y vestir alineado llamado Marco José, quien huyó de aquel país con esposa e hijos, estableciéndose desde hace ocho meses en Santa María la Ribera, a la cual han empezado a llamar “la pequeña Venezuela”.

El mote no es para nada una exageración. Según los cálculos más reservados, en esta colonia de la alcaldía Cuauhtémoc de la Ciudad de México habitan un mínimo de tres mil personas nacidas en la nación de las arepas y el pabellón criollo, quienes emigraron huyendo del hambre y la violencia.

Pero, ¿cómo se sabe que son tres mil lxs venezolanxs que están residiendo ahora en Santa María la Ribera? Esta información no se la debemos a un censo de las autoridades, sino a los cinco alojamientos tipo casa que existen en la colonia, con entre 300 y 400 habitaciones cada uno, cada recámara con dos o tres venezolanxs viviendo en su interior y ninguna habitación disponible. Ahora, haga usted sus cuentas, y si lo cree importante también sume a quienes llegan a ocupar recámaras de hoteles cercanos como el California o que rentan departamentos completos a lxs vecinxs.

Por eso, y también porque la mayoría de los cuartos en los que viven miden claustrofóbicos y asfixiantes dos por dos metros, muchxs sacan sus bancos portátiles a la banqueta de la calle Dr. Enrique González Martínez, y otras más, para sentarse a ver la vida pasar desde la mañana, pero sobre todo en la noche, cambiando la dinámica habitual de la colonia.

“En la noche, esto es Venezuela”, me comenta Marco José. Él se dedica a vender comida tradicional de su país servida en charolas cerradas de unicel, justo en la esquina de Dr. Enrique González Martínez y Amado Nervo. De eso se sostiene porque los gastos de vivir en la Ciudad de México no son para nada baratos, sobre todo por el tema del alquiler.

¿Recuerdan que este extranjero nos dijo que a lxs venezolanxs se les ve como “cajeros con pies”? Pues en la Ciudad de México la cosa no cambia mucho. El diminuto cuarto que rentan les cuesta $2,400 semanales, es decir, $9,600 al mes. El negocio para lxs dueñxs de estas casas de alojamiento es millonario: cada uno de estos cinco complejos de vivienda tiene de 300 a 400 habitaciones.

Sobre por qué Marco José y sus compatriotas deciden pagar las rentas altas de Santa María la Ribera sin buscar alojamientos más baratos en la periferia de la capital resulta un tanto obvio cuando me lo explica, pero puede que no lo sea tanto.

Lo primero es que Santa María la Ribera es relativamente segura, luego porque ir a buscar un lugar más lejano para vivir significaría salir de este gueto en el que se protegen unxs a otrxs.

Otro motivo es que la mayoría de venezolanxs ven los gastos que realizan en la Ciudad de México como una inversión costosa y necesaria que tienen que realizar para llegar a Estados Unidos. Todxs, o al menos casi todxs, tienen el mismo sueño, y quedarse en nuestra ciudad no está dentro de sus planes.

Entonces, ¿llegan a la capital mexicana en busca de obtener una cita en la cercana embajada estadounidense en México?, podrían preguntarse lxs menos familiarizadxs con los temas migratorios.

La respuesta es un rotundo no, ya que a la embajada simplemente ni la topan; todos llegan a nuestra ciudad, a la Santa María la Ribera, porque así lo pide la CBP One. Se trata de la aplicación de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, por medio de la cual el gobierno norteamericano les da la oportunidad a lxs venezolanxs sin visa de entrar al país bajo términos humanitarios.

No todo es tan sencillo porque la aplicación tiene sus condiciones. Debido a su tecnología de detección de geoposicionamiento, puede exigir a lxs extranjerxs que abran la aplicación e inicien su trámite migratorio sólo desde la Ciudad de México hacia arriba, al norte. Aunque recientemente, hace unos días, permitió que puedan abrirla e iniciar con el proceso desde Tabasco.

Después de haber iniciado el trámite en la CBP One todo es suerte. Ha habido venezolanxs que dos días después de haber hecho su solicitud son requeridos en la frontera con Estados Unidos para pasar, pero para otros más, el afortunado día tarda un mes, seis meses, ocho meses, un año, o tal vez más, nunca se sabe. 

En lo que llega la ansiada fecha, viven como pueden: venden arepas, cortan el pelo, reparten comida por aplicaciones… Y así como va el mundo, todo apunta a que la comunidad venezolana llegó para quedarse en esta colonia capitalina.

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