Para simplificar en grado extremo –y a riesgo de ser trolleado por ello– en el mundo de las ideas, suelen enfrentarse dos bandos: los “dejemos las cosas como están” y los “probemos otra manera”. En uno y otro, indistintamente, han estado capitalistas y comunistas, liberales y monarquistas, republicanos y federales, izquierdistas y de derecha, oligarcas y proletarios. El mote recibido importa menos que la postura: o buscan dejar las cosas como están (porque les conviene, obviamente), o piden que las cosas cambien. Así avanza la Historia.
En 1859, Darwin publicó su teoría evolutiva por medio de la selección natural. Aunque las evidencias que sustentan esta idea resultan ya abrumadoras, aún hay escuelas en Estados Unidos, e incluso un museo en Kentucky, donde se niega a Darwin a favor del “creacionismo” o “diseño inteligente”, autoría de una entidad superior, de corte más bien bíblico. Es un ejemplo.
Otro: antes de 2007, en esta capital era ilegal el aborto voluntario, pero se permitía envenenar con humo de tabaco a los contertulios en un restaurante. Hasta marzo pasado, en el mismo sentido, era posible encontrar un salero en la mesa de cualquier restaurante en la capital. Ahora, hay que tomarse la molestia de pedírselo al mesero. El beneficio es una mejor salud pública.
Hace unas semanas fui a una boda en un registro civil de esta ciudad. Se casaban mi tío y su novio, algo que hace unos años hubiera sido no sólo impensable, sino ilícito y, si nos remontamos en el tiempo, motivo de pena capital. Desde inicios de 2010, y qué bueno, es motivo de fiesta. Eso no impide que se inconformen los “dejemos las cosas como está/ba/n”. El viernes pasado, 17 de mayo, día internacional contra la homofobia, en los comentarios de algunos medios electrónicos que lo conmemoraban, llovieron opiniones homofóbicas disfrazadas de “raciocinio”, de “conveniencia”, de “ley natural”. Iban desde “hay noticias más importantes que celebrar a los gays…”, a casos que acusaban enfermedades siquiátricas, o conspiraciones masónicas-sionistas para cambiar la psique humana. Es otro ejemplo.
Ese mismo viernes, por cierto, también se publicó un “Informe sobre el Problema de las Drogas en las Américas”, elaborado por la Organización de Estados Americanos (OEA). El documento, entregado a Juan Manuel Santos, presidente de Colombia, básicamente recomienda la legalización de los narcóticos y dejar de verlos como un problema policial para ser entendidos como un asunto de salud pública.
Para mí, que antes que izquierda o derecha soy de los “probemos otra manera”, me parece una noticia estupenda (pese a que, si de estimulantes hablamos, apenas y consumo café). Los “dejemos las cosas como están”, prefieren la prohibición a la legalización, claro. Evaden el hecho de que la evolución, social o de las especies, es sistémica, según el mecanismo de la selección natural. Tarde o temprano, lo más apto se establece.
Felipe Soto Viterbo nació en la Ciudad de México. Es autor de las novelas El demonio de la simetría, Verloso, artista de la mentira y Conspiración de las cosas. Es profesor de periodismo en la Ibero y de narrativa en el Claustro de Sor Juana.