Podrán haberse vuelto populares en la decoración de interiores, pero su aportación al mundo editorial sirvió par acercar el arte y temas de especialidad a las masas
Preguntar para qué sirve un libro puede llevar a respuestas tanto muy racionales como muy poéticas. Se sabe que son para conocer más, para aprender, para imaginar otros mundos, para externar sentimientos… ¿Pero qué hay de la función decorativa?
Los libreros pueden verse increíbles con todos esos libros que, se hayan leído o no, exponen los géneros de interés de una persona. Sin embargo, no es la única forma de presumir gustos. Los libros pueden ser arte, conocimiento y piezas de decoración al mismo tiempo, y los coffee table books son la prueba de ello.
¿Coffee table qué?
Los coffee table books (o libros de sobremesa) son publicaciones de gran formato, hojas de alto gramaje y tapa dura que reflejan un hobby o tema de especialidad. Más allá de la información útil que brindan, destacan en sus páginas imágenes de alta calidad y en su exterior un diseño llamativo a la vista. Por ello son populares en la decoración de interiores y vendidos como un regalo para fechas especiales como la Navidad.
El origen de los coffee table books tiene algunas acotaciones. Algunos señalan su nacimiento en 1580 por una cita del filósofo francés Michel de Montaigne en el ensayo Upon Some Verses of Virgil: “Me molesta que mis ensayos sólo sirvan a las damas como mobiliario, un libro para colocar en la ventana del salón”.
Y también se atribuye a The Pencil of Nature (1844), de William Henry Fox Talbot, el segundo libro ilustrado con fotos en la historia (aunque no todos los autores están de acuerdo con que un fotolibro sea un coffee table book). Pero varias fuentes coinciden que su popularidad inició en la época de la posguerra y su boom ocurrió en la década de 1960.
El crédito generalmente se le da a David Brower, director ejecutivo de 1952 a 1969 de Sierra Club (una de las organizaciones ambientales más antiguas en los Estados Unidos) por proponer la publicación de libros de gran formato con imágenes y textos sobre naturaleza. Su iniciativa se consolidó con la colección The Exhibit Format Series (1960-1969), cuyo primer volumen fue This is American Earth (1960) de Ansel Adams y Nancy Newhall.
Sin embargo, el auge no sólo se dio en Estados Unidos, corrió también hacia Reino Unido y Australia donde editores como Paul Hamlyn y Lloyd O’Neil (respectivamente) también los impulsaron. Por otro lado, el término coffee table books se estrenó en una edición de la Arts Magazine en 1961.
De acuerdo con The Coffee-Table Book in the Post-War Anglophone World (2023) de Christine Elliott, aunque el término se ha usado incluso con un tono peyorativo en el mundo editorial, su contribución debe tomarse con seriedad porque su surgimiento vino de la acumalación de varios métodos innovadores en la publicación editorial que tomó décadas conformarse.
Conoce más al respecto es materia del libro mencionado, pero gracias a ello se consiguió acercar a un público más amplio y no especializado a las bellas artes y a temas muchas veces reservados a campos de estudio.
Para mirar y para admirar
Si se consulta la más reciente lista de The Strategist (parte de la revista New York) de los 48 libros de sobremesa más “regalables”, se descubre que hay de todo: desde un tributo a las tortillas en Masa: Techniques, Recipes, and Reflections on a Timeless Staple (2022) de Jorge Gaviria, hasta a los tocadiscos en Revolution, The History of Turntable Design (2022) de Gideon Schwartz.
Casi cualquier tema es cubierto por un coffee table book, por lo que sí, pueden ser un buen regalo para un fan o un estudioso de algo muy específico (si es unx doctorx, hay unos muy curiosos sobre anatomía; si ama los legos, también hay varios…). Sin embargo, los más populares tratan sobre arte, moda, fotografía, arquitectura, turismo, gastronomía, cine, naturaleza e ilustración. El punto es que se vean bien, pero que también transmitan algo.
Su lugar ideal para estar es en la sala, sobre la mesa de centro o en estantes sencillos a las orillas, aunque no se limitan a este espacio ya que también pueden aparecer en la cocina, las escaleras, las habitaciones y medios baños. Se llevan bien con plantas, floreros y figuras o pequeñas esculturas, que lucen perfectos a un lado o encima de estos. Además, se deben acomodar por tamaño, en número impar y en una esquina para generar armonía.
Las únicas advertencias es que se coloquen preferentemente por temática (si se pondrá en la cocina, que mejor sea de gastronomía) y que, si es tu compra, pienses en los colores que acompañan a los demás elementos del espacio para no romper la cohesión cromática. Al final, deben estar alcance para saciar la curiosidad de quien los quiera hojear.