Fue una de las primeras vedettes trans en nuestro país, pero antes de brillar en el escenario vivió momentos que la hicieron trascender a luchadora social; conoce su historia
Por Liz Basaldúa*
¿Te has preguntado cómo era la vida de una persona trans en la segunda mitad del siglo XX en México? Imagínate una existencia en la que cada paso fuera una proclamación de valentía, una lucha diaria no sólo por ser tú mismx, sino también por sobrevivir en una sociedad que te etiquetaba de criminal simplemente por tu identidad.
Emma Yessica Duvali, quien actualmente tiene más de seis décadas de vida, conoció esta realidad desde muy joven. A los 8 años ya sentía en su corazón quién era realmente, y a los 14, con una mezcla de miedo y valentía, comenzó su transición hacia la mujer que siempre supo que debía ser, convirtiéndose en testigo y protagonista de una historia de lucha y resiliencia.
“Pagué factura por haberme atrevido a hacer mi transición a los 14 años. En mi colonia, cerca de la Magdalena Mixiuhca, me aventaban de todo: pedradas, jitomatazos. Salir a la calle en la Ciudad de México en los años 70 era un acto de valentía”, dijo en entrevista.
Encarcelada por su forma de vestir
“Yo no conocía el trabajo sexual, ni la droga, ni el alcohol. Yo era una chica trans viviendo en mi casa. Estaba con unos amigos platicando en la calle y me secuestraron porque era la única que tenía apariencia femenina. El crimen era estar vestida de mujer. Para el gobierno, simplemente éramos criminales”, recordó Emma.
A los 17 años fue encarcelada en los separos de la División de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia (DIPD), un lugar donde sufrió atrocidades inimaginables. “Me raparon, me violaron, todo un mes incomunicada. Eso fue un secuestro. Me dijeron que me detuvieron por puto y descarado”, lamentó.
La lucha de Emma no se limitó sólo a su identidad de género, sino que también enfrentó barreras legales y sociales. En los años 70, la falta de documentos de identidad que reconocieran el género impedía que muchas mujeres trans accedieran a trabajos formales, educación y servicios básicos. Esta situación hizo que varias fueran rechazadas al intentar obtener seguro social o cotizar para una vivienda.
“Fuimos extranjeras en nuestro propio país, no tuvimos documentos que nos avalaran, un acta de nacimiento que dijera Emma Ponce. Las mujeres trans no tenían manera de comprar un coche porque su nombre no concordaba con su imagen”, explicó.
Ser vedette trans en los 70
La suerte le sonrió a Emma cuando conoció a Celfo Sánchez, el bongocero de la icónica Lyn May, quien le ofreció trabajo como secretaria de las vedettes. Este encuentro significó una oportunidad laboral que marcó el nacimiento de su nueva identidad.
“Siempre supe que era mujer, pero no sabía qué tipo de mujer. Ahí vi los grandes vestidos, las lentejuelas y supe que sería vedette”, aseguró. Su entrada en el teatro Apolo fue reveladora: al ver la magnificencia del escenario, supo lo que quería ser y trabajó en cabaret y teatros hasta 1989.
“El gobierno tiene una deuda con la gente trans”
A través de su testimonio, Emma revela una verdad incómoda: la sociedad y el gobierno todavía mantiene una deuda por saldar con la comunidad trans. Su historia es un recordatorio de la resiliencia humana y del poder del espíritu individual frente a la adversidad sistemática. Además de sobrevivir al rechazo, también lo ha hecho al VIH que le diagnosticaron hace 30 años. Siempre sana, con sus medicamentos a tiempo y muchas ganas de vivir, transformó su dolor en activismo. Hoy es cofundadora del Archivo de la Memoria Trans de México y militante en Diversidad Majami A.C. Es, como ella dice, una luchadora social.
*Texto adaptado para + Chilango