A veces, las redes sociales pueden interferir en la percepción de nuestros logros al comparar la vida y todo lo que hacemos con los demás
Por Ana Paula Domínguez
Dan Jansen es considerado por muchos como uno de los patinadores de velocidad más grandes de todos los tiempos. A los 16 años, comenzó a competir en los Juegos Olímpicos en 1984. Durante una década estuvo cerca de ganar una medalla olímpica pero nunca lo lograba. En 1994 tuvo su última oportunidad en la prueba de 1000 metros. Unos días antes, había perdido en los 500 metros, su evento más fuerte, y se sentía desanimado.
El día de la carrera, Jansen decidió cambiar su mentalidad: en lugar de enfocarse en la brecha que necesitaba superar para ganar la medalla, se centró en recordar a todos los entrenadores, familiares y amigos que lo habían apoyado durante los últimos 10 años; de esta manera, comenzó a apreciar todo lo que había ganado en su vida hasta llegar a un punto en el que realmente no le importaba si ganaba o no.
Ese día, Jansen ganó su medalla de oro en su último evento porque, por primera vez, patinó desde la perspectiva de las ganancias y no desde la brecha de lo que le hacía falta para ganar.
En su libro The Gap and the Gain, el psicólogo y doctor Benjamin Hardy explica cómo culturalmente en Occidente tendemos a ver la felicidad como un ideal que está en el futuro, algo que debemos lograr o alcanzar, y esta mentalidad nos mantiene en un estado constante de carencia.
Las redes sociales son un claro ejemplo de esta mentalidad de carencia. Al revisarlas, a menudo comparamos nuestras vidas con las “aparentemente perfectas” de familiares, amigos o extraños, sin tener en cuenta lo que realmente están viviendo.
Esta comparación nos lleva a enfocarnos en lo que nos falta, en lugar de apreciar lo que ya tenemos. La propuesta de Hardy es que entrenemos nuestra mente para ser felices como una elección consciente, reconociendo nuestro progreso y definiendo personalmente lo que significa ser exitosos. De esta manera, evitamos perder nuestra identidad al compararnos con otros y nuestro punto de referencia se vuelve interno y personal.
Tú defines tus métricas de éxito
Cuando nos enfocamos en el progreso que hemos hecho, nuestra mentalidad cambia. Comenzamos a reconocer las ganancias en lugar de las brechas. Reflexiona esto: ¿quién eras hace un año? ¿Hace 90 días? ¿Qué sabes hoy que no sabías antes?
Podemos darle un nuevo significado a nuestras experiencias pasadas, reconociendo qué funcionó y qué no; lo que aprendimos; qué cosas haríamos diferente en el futuro y lo que agradecemos de esas experiencias.
Benjamín Hardy sugiere una práctica específica para mejorar este enfoque: desconectarse del teléfono al menos una hora antes de dormir. En lugar de eso, puedes escribir en un diario tres cosas positivas que lograste durante el día.
Además, como decía Thomas Edison, “nunca te vayas a dormir sin hacer una petición a tu subconsciente”. Aprovecha este momento para pensar en cómo resolver un problema pendiente o en tres metas que quieres alcanzar al día siguiente. Recuerda, uno mismo define sus propias métricas de éxito.