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El gran problema con las lluvias y la infiltración de agua al subsuelo de México

Por: Redacción

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Además del cambio climático, México atraviesa por una crisis de salud hídrica

Por Evelyn C. Ayala*

Además de las alteraciones en la temperatura causadas por el cambio climático, en el diagnóstico de deshidratación que atraviesa el país también hay que considerar la forma en que se distribuye el agua, tanto de forma natural como en la gestión de agua potable por parte de las autoridades. Incluso si lloviera todo el tiempo el agua no cae ni se almacena de la misma manera en todo el territorio nacional. Esa distribución de agua pluvial, que no es uniforme en todas las regiones, se debe a la diversidad.

Ramón Aguirre Díaz, quien fungió como Director de Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex), escribió en 2014:

México, ubicado en la misma latitud que los grandes desiertos del mundo (sobre todo la parte central y norte), depende de las precipitaciones que traen consigo los ciclones y huracanes para abastecerse de agua que permita atender las distintas necesidades y usos, que en el caso de la Ciudad de México es en gran medida el público-urbano”.

A ello se suma que “somos uno de los pocos países que estamos rodeados de océano, es decir, México tiene salida al Golfo de México, al Mar Caribe, hacia el Océano Pacífico, hacia el Golfo de California. O sea, México es uno de los pocos países que tiene conexión directa con grandes cuencas oceánicas”, comenta Coria.

El ciclo del agua

Una cuenca, según la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), “es una cavidad natural en la que se acumula agua de lluvia. Circula hacia una corriente principal y finalmente llega a un punto común de salida”.

Es la ubicación geográfica de México lo que le permite contar con climas y ecosistemas variados que dan lugar a cuerpos de agua como las 757 cuencas hidrológicas, agrupadas en 37 regiones hidrológicas, que están organizadas en 13 regiones hidrológico-administrativas (RHA).

El agua que proviene de las lluvias escurre desde las montañas para llegar a acumularse en el suelo. Parte de esa agua se evapora, otra parte se infiltra en el subsuelo, otra se almacena y otra viaja hasta los ríos, lagos y otros cuerpos de agua.

Todo esto como un sistema integrado y que está delimitado naturalmente; en él la relación biodiversidad, suelo y agua, es muy importante porque finalmente esto da la estructura dinámica y funcional de la cuenca gracias a la cual, como seres humanos, recibimos servicios ecosistémicos, por ejemplo, beneficios directos, como los alimentos.

Climas en el país

La Semarnat identifica siete tipos de climas que se distribuyen con mayor o menor extensión en el país: Cálido Subhúmedo, Seco y Semiseco, Muy Seco o Seco Desértico, Cálido Húmedo, Templado Subhúmedo, Templado Húmedo y Frío, y Frío. Esa diversidad se podría traducir en la cantidad de agua que llueve dependiendo del lugar donde nos encontremos.

Las cifras del INEGI indican que, mientras el sur-sureste de México recibe más del 67% del agua renovable, o sea aquella que se renueva con las lluvias, el norte y el centro del país reciben únicamente el 9% de ella. Y sí, la disminución en las precipitaciones también se da de forma desigual, incluso entre estados que pertenecen a la misma región del país.

Por otro lado, la necesidad urbana de contar con calles pavimentadas ha bloqueado las entradas de infiltración del agua de lluvia al subsuelo donde, recordemos, se obtiene la mayor cantidad de agua que consumimos.

“En el pasado fluían (y algunos aún lo hacen) 48 ríos. De muchos de ellos, sólo nos quedan calles y avenidas que llevan sus nombres, como el Río Churubusco, Río de la Piedad, Río Mixcoac, Río San Joaquín, Río Magdalena, entre otros. Actualmente, quedan algunos humedales en las zonas sureste de la ciudad y únicamente un río no entubado, pero sumamente contaminado”, de acuerdo con el documento “Cuando el río suena, agua lleva”.

Así que ya no hay cuerpos de agua superficiales en la CDMX y, además, aunque lloviera mucho, el agua no se infiltraría en el subsuelo como consecuencia de haber asfaltado las calles y avenidas. Lo que debería ocurrir durante el proceso de infiltración es que parte del agua de lluvia se aloje en las primeras capas del suelo, y otra proporción escurra hasta llegar al subsuelo.

Según informa la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por su sigla en inglés), la cantidad de agua que se infiltre depende de las características del suelo.

El organismo explica que cuanto más permeable (capacidad del suelo para ser atravesado por el agua), entonces el agua se infiltra con mayor facilidad. Y se requieren lluvias intensas para que ocurra el proceso de infiltración. En cambio, cuando llueve, el agua se va a las coladeras, donde no podrá llegar hasta el subsuelo para recargar el acuífero ni los pozos.

Esto provoca que el agua no se reponga en el ciclo hidrológico. Tenemos un déficit que ha estado durante las últimas décadas: de cada litro que se extrae del acuífero, nada más se vuelve a infiltrar aproximadamente la mitad.

Actualmente, los asentamientos humanos irregulares causan estragos en las zonas de la CDMX donde potencialmente se infiltra el agua pluvial, según indica el Instituto de Planeación Democrática y Prospectiva (IPDP). Estas zonas están ubicadas en las alcaldías Álvaro Obregón, Cuajimalpa, Iztapalapa, Magdalena Contreras, Milpa Alta, Tlalpan, Tláhuac, Xochimilco y, en menor medida, en la Gustavo A. Madero.


*Texto adaptado para + Chilango