Piense en un delito. El que quiera. No le dé tantas vueltas. ¿Ya lo tiene? ¿Extorsión? ¿Lesiones? ¿Acoso sexual? ¿Corrupción? De esos y casi cualquier otro, ha sido señalado el dirigente del PRI DF, Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre.
Impresentable para algunos, temido y hasta odiado por otros, ha cimentado su carrera política en el lucro que él y su grupo han hecho de la basura y de quienes, en las peores condiciones de pobreza y miseria, viven de ella. El presidente del PRI capitalino es orgulloso heredero de Rafael Gutiérrez, ‘El Zar de la basura’, y de Guillermina de la Torre, quienes amasaron gran fortuna como ‘dueños’ de la Unión de Pepenadores.
Rafael, su padre, fue dos veces diputado federal. Pero -más que su paso por el Congreso- son los más de 100 hijos que procreó -48 registrados con su apellido-, las 28 esposas que tuvo y las carretadas de dinero que ganó cobrando ‘derecho de piso’ a los pepenadores, lo que le dio fama.
Rafael Gutiérrez murió, como vivió: en el escándalo. Una de sus esposas, Marta Alicia García, lo mandó asesinar. Ante el juez 18 de lo penal, la mujer dijo que lo mató porque violó a una de sus hermanas.
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El asesinato de ‘El Zar’ no acabó con su mafia. Su hijo Cuauhtémoc, quien controla lo que queda del PRI capitalino, ha seguido su legado. Desde 1984, cuando inició su carrera priista, ha vivido en la polémica. Durante el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas en el DF (1997-1999), incluso estuvo en prisión.
Desde hace años, ha sido señalado por contratar edecanes que, además de atenderle en público, le ‘sirven’ en privado. En 2003, Reforma reveló que Gutiérrez de la Torre integró una red de edecanes en sus oficinas del Movimiento Territorial priista. Dos jóvenes relataron que para obtener un mayor sueldo tenían que “pasar la noche” con él.
“Si no quieres ir, no te obligan; pero al otro día te corren y no te pagan los días que trabajaste”, contaron las chicas.
Hoy, en las oficinas del Movimiento Territorial, siguen observándose edecanes.
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Uno de los encargados –señalado por las jóvenes- de ‘seleccionar’ acompañantes del ‘Rey de la basura’, es Christian Vargas, ex diputado en la ALDF.
El ‘Dipuhooligan’, como se conoce a Vargas, saltó a la fama en 2009 tras romper una puerta en la Asamblea por sentirse “discriminado porque no le entregaban su oficina”, dijo. Pero, amigos como son, Gutiérrez de la Torre lo defendió: “No es un diputado violento (…) hay un cristal que se rompió, no puso una bomba”.
No sorprende que el ‘Rey de la basura’ justifique un acto violento. Él ha estado relacionado con amenazas y delitos. Es el sello de la casa.
En 2003, él y sus simpatizantes entraron al auditorio de la FTSE y lanzaron sillas a quienes apoyaban a María de los Ángeles Moreno. En 2005, envió grupos que lanzaron piedras a las instalaciones del PRI, donde sesionaba el Consejo para renovar el PRI DF. Lo mismo ocurrió en 2008 en la sede capitalina y un año más tarde en el PRI nacional, donde hubo heridos.
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Su complexión física, robusta y desparramada, contrasta con sus escasos méritos políticos y con su diminuto tamaño como actor público. Exdiputado federal y local en dos ocasiones, no se le recuerda una buena iniciativa presentada ni algún discurso.
Para llegar a la diputación federal de la pasada Legislatura usó a una mujer para evadir la cuota de género y luego la despojó de la curul. Sí, Gutiérrez de la Torre puso a una ‘Juanita’ para asegurar su llegada al Congreso.
Podría decirse mucho más de tan impresentable personaje, pero quizá nada lo retrata mejor que su última puntada: la “Cruzada contra la corrupción” en el DF.
El chiste se cuenta solo. Vaya, son pocos los valientes que quieren una fotografía con él.
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Adicto a twitter. Ha colaborado en Reforma, El Universal, Crónica, Emeequis y diversos espacios de radio. En Proyecto 40, conduce Informativo 40 y participa en “A que no sabías”. En el Canal del Congreso modera “Visión Universitaria”.