Él es uno de esos superhéroes que sí existen. Abraza su lucha y la cumple. Ha recorrido más de 50 escuelas del DF para llevar “un mensaje de paz y buena onda” para acabar con la violencia infantil, su peor enemigo.
Se llama El Tacubo y es comunicólogo, enmascarado del cuadrilátero y luchador social.
Primer round: Nace
Su infancia fue de algún modo su destino y así El Tacubo decidió transformar los malos tratos que recibió de sus compañeros de clase en acciones positivas que lo sacaran de lo que sufrió cada vez que entraba a la secundaria técnica en Iztapalapa.
“Mi primer enfrentamiento con el bullying fue a los 13 años. Fui acosado, tuve episodios de violencia, recibía amenazas, me dejaban sin desayunar y me golpeaban. Ese fue el primer round de mi vida frente a una situación de acoso escolar”, cuenta el joven que aparenta unos 30 años.
Para evitar que los actos violentaran más la vida, decidió meterse a entrenar lucha libre por deporte y para levantarse el ánimo.
A la par de ser luchador de cuadrilátero, siguió formándose hasta llegar a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM para estudiar Ciencias de la Comunicación.
Segundo Round: pega
Mientras decidió que la máscara del “Gallo Gas”, que usó Rubén Albarrán para el disco Vale Callampa, sería su identidad, debía cumplir los deberes para graduarse y hacer el servicio social.
Después de pensarlo poco, sabía lo que quería hacer: ir a las escuelas para hablar sobre la importancia de la buena convivencia. Ahora lleva más de 50 charlas y hay lista de espera.
Por tan exitosa idea, le dieron el Premio al Servicio Social Dr. Gustavo Baz Prada de la UNAM, de manos del propio rector, José Narro Robles.
En sus visitas se acompaña de un equipo de sicólogos que lo apoyan.
“Hemos atendido problemáticas en escuelas públicas y en privadas”, explica El Tacubo y añade que en ambas se origina un tipo distinto de violencia.
Tercer round: la llave
“Buscamos la sensibilización. Cuando me ven ellos piensan que va a haber lucha, me preguntan si les voy a enseñar llaves. Llegamos a las escuelas de una manera muy positiva.
“Les contamos por qué es chido llevarse bien con los compañeros y en qué te beneficia. Lo mismo con los profes, con los padres”, dice muy seguro el enmascarado.
En tantas visitas, que ya le han hecho perder la cuenta, se ha topado con decenas de historias. Cuenta una sobre una niña que ayudó.
“Le decían ‘La Gorda’ y por ese apodo quiso quitarse la vida dos veces con pastillas. El hecho no es la palabra ni quién te lo diga sino qué te produce eso que te digan”, asegura.
La lucha no acaba
Para disminuir la violencia en las escuelas, dice, el trabajo de los padres es muy importante. “Marcar límites con los hijos, saber qué tanto somos permisivos con ellos y una serie de valores básicos, que se dan en casa”.
En cuanto a los profesores, les recomienda que pidan capacitación sobre cómo llevar estas conductas agresivas: “dicen que no son niñeras, pero tienen 50 vidas frente a ellos que en ese momento dependen de ellos”.
Y tanto a la autoridad como a la iniciativa privada, el luchador solo pide que sigan abriendo espacios para las asociaciones civiles, “a la gente como nosotros, que nos sumamos para que los espacios de convivencia sean otros”, concluye.
(CRISTINA SALMERÓN)