Lili y Eka dejaron sus empleos como diseñadoras gráficas hace dos meses para dedicarse por completo a su verdadera pasión: una empresa llamada Pom Pom que vende tatuajes temporales diseñados por ellas.
Estas jóvenes de 27 y 25 años, respectivamente, despachan desde un estudio ubicado en la colonia San Pedro de los Pinos, en la Ciudad de México.
“El primer reto que teníamos era el tiempo porque cada una tenía trabajo de tiempo completo. Llegó el momento en el que dijimos: no nos da tiempo de hacer lo que queremos. Fue cuando decidimos dejar nuestros empleos y dedicarle todo el tiempo a la empresa”, comenta Lili.
Ellas forman parte del bajo porcentaje de capitalinos de entre 14 y 29 años que se ven como emprendedores. La consulta tendencias juveniles que realizó el Injuve en 2013 reveló que sólo 13% de los jóvenes en el DF aspira a tener su propio negocio.
Pero, ¿qué es lo que hace tan difícil el panorama para quienes desean abrir su propio negocio?
Datos de la Encuesta Nacional de Valores en Juventud (2012) señalan que 47.8% de los jóvenes no logra concretar un negocio. Las principales causas son: falta de dinero (26.1%) y porque la idea no funcionó (20.5%).
Francisco Salazar, gerente de Comercialización de ClickBalance, una empresa que ofrece herramientas a emprendedores, señala que “el hecho de que ellos (los jóvenes) tengan como factor común la falta de experiencia en los negocios los hace más vulnerables a cometer errores”.
Pero son estos errores los que Eka y Lili han sabido sortear. Salazar señala los tres principales: no validar la necesidad del mercado, ser muy optimista con las proyecciones de ingresos y gastar más de lo debido.
Lili cuenta que, cuando iniciaron con Pom Pom, tenían una lista de mil cosas que querían hacer.
“Es muy importante que si sólo te va alcanzar para hacer un producto tienes que sobresalir con ese. Fue también estratégico porque no había nadie que hiciera en México tatuajes temporales”, cuentan.
En contraste, un caso de mala planeación es el de David, quien se aventuró a invertir en un foodtruck de smothies junto con su hermano y un amigo. Cuenta que su error fue desembolsar 50 mil pesos y debutar en un festival en Valle de Bravo que no resultó.
“Cuando llegamos habían foodtrucks mucho más grandes, pero no hubo asistencia al festival, sólo fueron como 50 personas. Estuvo muy mal organizado y perdimos la inversión”, dice el joven de 26 años.
Pensar que te harás rico de la noche a la mañana es otro de los errores, explica el gerente de ClickBalance.
“Hay que ser honestos con las previsiones de ingresos que tenemos. Hacerse preguntas más específicas como a cuántos clientes quiero llegar, si tenemos la capacidad y cuánto tiempo me va a tomar llegar a la meta”, dice.
Eka recuerda que, cuando iniciaron, ponían dinero de su salario, sin embargo, a estas alturas su empresa ya se mantiene de las ganancias que genera.
Una vez que los jóvenes comienzan a ver ganancias, empiezan a gastar de más, ese es otro error que comenta el especialista.
“El empresario exitoso es disciplinado con la forma en que usa el dinero, los jóvenes no están acostumbrados a eso porque vienen de una etapa de austeridad”, explica Salazar.
Las creadoras de Pom Pom recomiendan empezar con una inversión pequeña, hacer que crezca y, una vez que vean resultados, plantearse el segundo paso.
“Muchos jóvenes están emprendiendo, pero tienen que hacerlo al 100, no es nada más el producto, es mucho trabajo. Es más fácil hacerlo joven porque puedes arriesgar”, recomienda Lili.