La terapia de grupo y la atención psicológica ayudan a que las mujeres enfermas de cáncer de mama recuperen la salud, asegura Teresa Incháustegui Romero, directora del Instituto de las Mujeres (Inmujeres DF).
“El trabajo psicológico ayuda a detonar procesos epigenéticos a través de los cuales la persona también va sanando en cuerpo y espíritu”, explicó durante la presentación de los exvotos realizados por sobrevivientes de esta enfermedad, en la estación Centro Médico del Metro.
La epigenética es una ciencia joven que explora la posibilidad de que el ambiente y la forma de vida de las personas modifiquen el contenido del ADN y por lo tanto la salud o longevidad de un individuo.
El Inmujeres creó la Red Rosa en el 2011 como un espacio para que las mujeres afronten en grupo su enfermedad, que es la primera causa de muerte hospitalaria para personas de sexo femenino en la Ciudad de México.
“A veces en la familia no lo pueden hablar y con el trabajo de grupos se pueden sostener unas a otras y acompañarse en este camino de recuperar la salud”, dice Incháustegui.
“Hay mujeres que dicen ‘a mí el cáncer me hizo vivir y enseñó una nueva perspectiva’… eso ocurre gracias al trabajo que hace la red”, agrega.
Desde que fue creada a la fecha, han participado cerca de 800 mujeres en los diversos talleres, terapias y actividades que ofrece. El resultado de uno de ellos es la exposición de exvotos en Centro Médico, que estará montada en las vitrinas de la línea café hasta el 24 de marzo.
Los exvotos son pinturas que cuentan la historia de un ‘milagro’ y lo agradecen. “Ahí quedan plasmadas las emociones y vivencias de la lucha contra el cáncer de estas mujeres”, insiste la directora del Inmujeres.
“Si no pensara que podemos con esto no nos lo mandara”, asegura Verónica del Toro González, de 47 años y a quien le detectaron cáncer hace 5 años.
Desde ese entonces y al día de hoy acude todos los miércoles a las sesiones de grupo del Inmujeres.
A ella el cáncer le dio contra todas las posibilidades: no tenía antecedentes familiares ni tuvo la ‘bolita’ que la alertara, pero está convencida de que se enfermó porque tenía que cambiar su forma de ver la vida: “yo considero que gracias a estar enfermedad he tenido muchas cosas lindas: una de ellas es un grupo donde he hecho amigas con las que tengo una red de apoyo que en otra circunstancia, que de otra manera no hubiera tenido… ahora sé que tengo cosas que hacer, como ayudar a otra gente”.
Martha Cuatecontzi, de 50 años, lleva 5 de ellos luchando contra su enfermedad. “Cuando me pusieron la primera quimio me sentí muy mal, mi hijo me preguntaba qué tenía pero no le podía decir porque no me iba a entender y lo iba a hacer sentir mal… me sentía la mujer más sola, con mucho frío, como si estuviera en el polo norte”, cuenta.
Acudió al grupo en cuanto fue detectada, tras una operación, quimioterapia y 25 radiaciones, asegura que se siente fortalecida y feliz. “Es una experiencia muy fuerte pero uno descubre otra vida después de tenerlo. Hemos aprendido muchas cosas, cada historia es diferente pero todas nos entendemos porque estamos viviendo lo mismo… El grupo de apoyo es donde podemos hablar, llorar, reír y sacar todo… contamos con 20 amigas que nos dicen ‘vamos para adelante’”.
Factores de riesgo
De acuerdo con Incháustegui, al año mueren 66 mujeres por cada 100 mil que viven en la capital, “un número altísimo”.
La edad más peligrosa es entre los 40 y 55 años “pero eso no significa que antes o después no se presenten casos”.
Según la Norma Oficial Mexicana NOM-041-SSA2-2011 para la Prevención, Diagnóstico, Tratamiento, Control y Vigilancia Epidemiológica del Cáncer de Mama, la autoexploración debe realizarse a partir de los 20 años, el examen clínico a partir de los 25 años y la mastografía de los 40 a los 69 años.
(LUISA CANTÚ | MÁS POR MÁS)