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Ahí tienen al gobernador que se despacha con al cuchara grande y llena arcas (suyas o de sus retoños) con millones de dólares del erario. A los legisladores que reciben cuatrocientos mil pesos en sus cuentas sin despeinarse. Los gastos millonarios que hacen algunas dependencias para comprar equipo que a la mera hora resulta que no existe y que nunca existió.
Por si fuera poco la violencia —la especialidad de la casa en el sexenio pasado— hasta el momento no ha disminuido e incluso en el DF estamos experimentando situaciones inéditas, como el secuestro masivo del Heaven, que a la hora de escribir esto, sigue sin resolverse. A eso súmenle el terror que provocó el temblor del domingo y las luces misteriosas que algunos medios aseguran que se vieron en los cielos. No ha sido una buena semana.
El futbol, que debería de ser un rayito de luz en nuestras vida, un distractor ante tal desolación, sólo está empeorándolo todo. Y es que la selección nacional es una vergüenza y estos momentos lo único que hace es precipitar nuestra depresión. Nos ha hecho retroceder 30 años, a la época de los infames ratones verdes, a cuando nuestro futbol iba a toda competencia internacional a una sola cosa: hacer el ridículo.
Esta selección, la del Chepo, está logrando, con su mal juego y sus resultados mediocres, que se nos olvide el Tri que deslumbró en la Copa América del 93, el que jugó bien en Francia 98 y que debió haber llegado mas lejos en Alemania 2006.
Y lo que es peor, no solo estamos haciendo el oso en la Copa Confederaciones —peor que el gobierno de Brasil, al que se le está cayendo el teatrito de manera alarmante— sino que ya ni siquiera somos el gigante de nuestra región, la endeble CONCACAF. En la actual eliminatoria mundialista, rumbo a Brasil 2014, tras seis fechas, estamos en el tercer lugar. Si nos mantenemos ahí calificaremos de panzazo. Adiós hegemonía histórica.
Pero mas allá de los puntos sumados, lo que debe alarmar a la afición es la incapacidad de nuestro equipo para anotar. Tenemos una delantera chata, plana, gris, endeble, sin gracia, sin peligro y sin imaginación.
Si yo estoy preocupado, ya me imagino a quienes sí hacen millones de nuestro equipo nacional: deben estar al borde de una ataque de nervios. Vamos a ver que deciden. Lo común en este tipo de situaciones es reemplazar al técnico. Es decir, a menos de que algo extraordinario suceda y la nave cambie de rumbo, la era del Chepo está llegando a su ocaso.
Las televisoras, los patrocinadores y demás interesados saben que hay demasiado en juego como para seguir confiando en un hombre que en la cara sólo refleja angustia.
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*Rulo, Raúl David Vázquez, director editorial de La Semana de Frente. Locutor en Reactor 105.