Niñas y niños que habitan el espacio público no cuentan con acceso a la educación, salud, alimentación, identidad y mucho menos al descanso y esparcimiento
Brenda Raya es cronista, geógrafa e integrante del Colectivo Callejero
¿Quién no los ha visto alguna vez en la vida? Su acto dura lo que el cambio del semáforo del rojo al verde, apenas 45 o 60 segundos, suficientes para ofrecer al público conductor el austero servicio de limpiar parabrisas. No es la única actividad de las infancias que trabajan en los cruceros, otros venden un producto o simplemente piden dinero. Hay quienes ofrecen actos de magia o malabares. Lo cierto es que cualquiera de estas opciones requiere una complexión ágil, atlética y reflejos afilados para identificar cualquier cambio en el ruido del motor que indique su marcha.
Estas infancias son veloces, se mueven en los laberintos del tráfico eterno para encontrar la moneda que sostiene su vida; sin embargo, es la paciencia su habilidad mejor cultivada, para sobrellevar entre otras cosas a la malhumorada ciudad. Y aún con toda la experiencia que pueda desarrollar un niño o una niña en el crucero, el atropellamiento sigue siendo una de las principales causas de muerte entre la población callejera.
Son muy pocas las opciones que una infancia tiene para ganarse la vida en la calle, y los riesgos que enfrentan son permanentes. Niños y niñas por igual enfrentan constante acoso, abuso sexual y el peligro de ser víctimas de trata. Las niñas corren el riesgo de convertirse en madres por una violación.
Sus derechos son vulnerados, pues no cuentan con acceso a la educación, salud, alimentación, identidad y mucho menos al descanso y esparcimiento. En estas infancias se piensa el 12 de abril, Día internacional del Niño o Niña en Situación de Calle, y el 30 de este mes, que si bien es un día más festivo, sirve para reflexionar el porqué de tantos niños que siguen viviendo en las calles.
La composición social de los grupos que habitan el espacio público en la Ciudad de México ha cambiado a lo largo del tiempo. Sabine Cárdenas, reconocida investigadora del tema, refiere su presencia en México desde la invasión de los españoles en el siglo XVI, así mismo explica que fue hasta la década de los 60 del siglo pasado cuando inició una ola de interés en los sectores académicos para abordar a los “niños de la calle” como categoría social.
Para la década de los 80 y 90, el término era de uso común. En las calles había grandes agrupaciones de infancias, viviendo en las esquinas, pidiendo limosna o limpiando parabrisas. Lo mismo en parques, baldíos y ductos del drenaje. La masculinización del término determinó durante mucho tiempo la forma de abordar la atención a este sector desde las instituciones, tanto así que la educación sobre la menstruación en personas que habitan la calle es un tema del que apenas hace unos años se empezó a hablar.
¿A dónde se han ido?
Cuando se enuncia el concepto “niño de la calle” viene a la mente la imagen de un pequeño, sucio, con el cabello enmarañado, inhalando una bolsita de resistol o una estopa con “activo” (un disolvente). Hoy esa imagen va quedando atrás, la composición de este grupo se ha diversificado y ha crecido. Esos niños de los años noventa pasaron a ser padres, hoy es común observar familias viviendo en la calle.
Pese a que es evidente su presencia en las calles, en los números oficiales las infancias aparecen menos. Por ejemplo, en 1995 se estimaba un total de 13 mil 373 personas en la calle, de los cuales mil 850 fueron contabilizados como niños de la calle. En el 2008, el entonces DIF-DF contabilizó mil 405 personas en situación de calle, de los cuales 123 eran menores de edad. Para el censo del 2017, el Instituto de Asistencia e Integración Social reportó 6 mil 754 personas, de las cuales 1.9% eran menores, o sea 128.
En apariencia el problema ha disminuido, pero vale preguntarse: si no están en la calle, ¿en dónde están esos miles de niños que de un censo a otro no aparecieron más en los datos? Una posible explicación podría encontrarse en los datos de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim), que por ejemplo, estimó en el 2020 que entre 30 y 40 mil infancias fueron reclutadas por el crimen organizado. En contraste, añadió en ese entonces que los gobiernos carecían de políticas y estrategias para evitar que las infancias sean involucradas en este tipo de actividades.
Una realidad que persiste
El 9 de noviembre de 1950 se estrenó en los cines de México la película Los olvidados, de Luis Buñuel. Tres días después salió de cartelera, pues el gobierno mexicano opinaba que el filme daba una mala imagen del país. El argumento central de la película es señalar el fracaso de la sociedad en que vivimos, que arroja a las adolescencias a las calles, con todo y los peligros que ello conlleva. A 73 años de la exhibición y censura de la cinta, esta realidad persiste, sin embargo hoy en día habitar la calle es más violento y mortífero que en ese entonces.