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Estaba pensando que la próxima vez que alguien me pregunte para qué sirve un cronista le voy a contar sobre Beatriz Ramírez González. O mejor lo hago de una vez. Esta mujer de mirada inteligente es la responsable del Archivo Histórico de Iztapalapa, en la Macroplaza Metropolitana Cuitláhuac, en donde quedamos de vernos para emprender un paseo por el Centro de la demarcación más poblada del país.
No pude tener una mejor guía que esta maestra en Historia, a quien todo el mundo parece ubicar en este rumbo conocido como barrio de San Lucas: “qué gusto verla, Beatriz, cómo le va”, “¿recibió el recado que le mandé el otro día?, luego le cuento bien”, “ahí nos vemos al ratito”. Y cómo no van a conocerla si se trata de la cronista de Iztapalapa.
Yo que tengo alma de turista estaba encantado mientras Beatriz me mostraba, por ejemplo, la iglesia de San Lucas Evangelista, edificada en el siglo XVI para reemplazar un templo dedicado a Huitzilopochtli. En ese lugar vimos una escultura muy antigua que representa un Xiuhmolpilli o atadura de 52 varas, así como un par de marcadores de juego de pelota que se encontraron no hace mucho en unas excavaciones en el atrio.
En la Macroplaza también llama la atención la estatua de Cuitláhuac, señor de la antigua península de Iztapalapa y hermano de Moctezuma Xocoyotzin. Beatriz me cuenta que la etimología del nombre de este penúltimo huey tlatoani de Tenochtitlan suele referirse a “excremento seco”, pero que existen otras interpretaciones. Asimismo me habla de la Noche Triste, que para Cuitláhuac fue más bien una Noche Victoriosa. “Cuitláhuac murió invicto”, agrega. Entonces me entero de que mi guía acaba de escribir un libro sobre este personaje, el cual puede comprarse a $50 pesos en el Archivo Histórico, a dos cuadras del metro Iztapalapa.
Vale la pena hacerlo y de paso preguntar por ella, pedirle que nos muestre las fotos antiguas de la calzada Ermita Iztapalapa, Culhuacán y los barrios tradicionales, nos deleite con las historias de los vecinos más viejos y nos diga cómo llegar a la capilla abierta en el santuario del Señor de la Cuevita en las faldas del Cerro de la Estrella.
Además puede recomendarnos libros, enseñarnos ejemplares de la revista Agua sobre las lajas y masajearnos el corazón de forma que resultemos invictos en nuestra importante lucha contra la ignorancia. Para eso sirve un cronista. Para eso y para recomendarnos dónde comer, cómo no. Agradezco el consejo de la cronista de Iztapalapa de ir a Ayluardo’s, a tiro de piedra de la Macroplaza. Es uno de los pocos sitios en donde todavía sirven ahuautles, un platillo prehispánico que no explico para no restarle atractivo.
Si van al barrio de San Lucas me saludan a Beatriz. Que se sepa para qué sirve una columna en el periódico.
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*Jorge Pedro Uribe Llamas estudió Comunicación. Ha trabajado en radio, revistas y televisión. Sus crónicas sobre la Ciudad de México están en jorgepedro.com.
(Jorge Pedro Uribe Llamas)