Hace poco me tocó sentarme al lado de un señor que tenía ganas de platicar. Relató que había nacido en 1938 y que su mamá acababa de cumplir 15 años cuando lo tuvo.
Y siguió: “Vivíamos en una vecindad en Márquez Sterling, ahí por la Ciudadela. Aunque éramos humildes me gustaba ir muy puestecito, con las camisas bien almidonadas siempre. A los nueve años empecé a ganarme unos centavos cargándole las bolsas a las señoras que iban al Mercado de San Juan.
“Me acuerdo de un amigo al que le decíamos el Memín porque antes vendían unos cuentos de un niño negrito, chaparrito, y haz de cuenta que así era mi amigo. Una vez nos contaron de una calle cerca de Garibaldi en donde se ponían las prostitutas y nos llamó la atención ir. Era la calle del Órgano, una calle sucia, horrible. Y ahí vamos el Memín y yo bien nerviosos.
“Pero ¡hijas de su..! Estaban re feas las condenadas, con los pechos todos abultados, las faldas hasta aquí arriba, la cara toda pintada, no, no, no, una cosa espantosa. Y que nos empiezan a decir de cosas ¡y hasta nos persiguieron para darnos nalgadas! ¡Nos fuimos hechos la mocha! Y a la altura del Hotel del Prado nos dimos cuenta de que me faltaba un zapato.
“Regresamos a buscarlo a la Alameda, pero ya no lo encontramos. Sentí mucha vergüenza cuando mi mamá preguntó qué había pasado, así que le inventé que me habían asaltado. Dijo que no me preocupara, que lo importante era no tener miedo.”
Después de escucharlo me quedé pensando en la calle del Órgano. En apariencia no hay nada sobresaliente en sus tres cuadritas y media, si acaso una tienda de productos naturistas, una “paletaría” y una taquería llamada Fregoncito, además de patrullas y puestos de comercio informal. Ya ni siquiera se ven prostitutas.
Pero si uno lo desea puede tratarse de un lugar especial: esta última calle del Centro en su extremo norponiente es una de las tripas del barrio de La Lagunilla y queda a tiro de piedra del mercado de muebles, la tienda de máscaras de Allende 84, el Salón Bombay (en donde han comenzado a dar clases de swing y rockabilly) y el templo de Santa Catarina, una de las primeras parroquias de América. Los meros meros rumbos del Periquillo Sarniento.
La calle del Órgano aparece en los mapas desde el siglo XVIII, aunque sin nombre. A partir de 1853 se le ubica en las inmediaciones de los puentes de Tezontlale y de Santa Anna, por donde estuvo la “lagunilla” que separaba Tenochtitlan de Tlatelolco. Averiguar sobre esta callecita en la que probablemente corrió una acequia me enseñó que no existe ninguna calle sin importancia en nuestra querida Ciudad de México siempre y cuando subsistan las historias y las ganas de saber más.
Lo importante es, como dijo la mamá de mi interlocutor, no tener miedo. Yo agregaría: no tener miedo a platicar con extraños.
¡ANÍMATE Y OPINA!
*Jorge Pedro Uribe Llamas estudió Comunicación. Ha trabajado en radio, revistas y televisión. Sus crónicas sobre la Ciudad de México están en jorgepedro.com.
(JORGE PEDRO URIBE LLAMAS)