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Acá por los rumbos de Tláhuac -donde la última generación de campesinos vendió sus parcelas al GDF para el tendido de la línea 12 del Metro- el médico Carlos Contreras, que cobra a 25 pesos la consulta, de vez en vez recibe casos especiales: pacientes lesionados por mototaxis, esas novedosas calandrias que son enganchadas a una máquina de dos ruedas y que aparecieron como una plaga en los barrios por empedrados y polvorientos que estén. Se han convertido en una industria que a alguien está haciendo rico: al diputado Rubén Escamilla.
Los choferes de los mototaxis no tienen ningún tipo de protección. El otro día una señora todavía no acababa de bajar de la jaula esa y el muchacho que conducía se arrancó. Acabó jodiéndole el pie. El chico actuó como un hombre de principios: volvió a trepar a su pasajera con todo y bolsa de mandado y la llevó con el médico Contreras a quien de sus ganancias le pagó la consulta y le compró los medicamentos. Escamilla que debería estar en la cárcel, desde que apareció, como jefe delegacional, en un video pidiéndole a una trabajadora que le hiciera sexo oral a cambio de su base laboral, ahora regentea a unos tres mil trabajadores de este singular medio de transporte.
“A la señora le mandé sacar unas radiografías para conocer el grado de lesión en su pie, pero nunca regresó. Quizá por falta de dinero”, dice el doctor. Casos como el de ella han llegado muchos más, cada uno con su propia historia. El negocio de Escamilla, a quien el partido (PRD) que impulsó la ley contra el acoso sexual de las mujeres lo premió con una curul en la ALDF, es el siguiente:
–Cobra dos mil pesos por dejar circular a los transportistas.
-A cambio les da un tarjetón, un mentado reglamento e impone la tarifa (los viajes van entre cinco y 10 pesos por persona).
–Cobra 20 pesos mensuales de cuota por unidad.
-Los usa como clientelas electorales.
Y no hay ley ni nadie que le impida acabar con su imperio.
Todo lo maneja por medio de la delegada Angelina Méndez, bajita de estatura, que no mueve un dedo sin instrucciones de Escamilla. Ésta controla a su vez los tres mil carros que se calcula hay en Tláhuac, repartidas en organizaciones. Una de éstas, la UBIC, es liderada por Ana María Pérez, la “Güera”, quien acaba de hacer una junta porque ya vio la oportunidad para un nuevo negocio.
“Andamos viendo lo de un seguro que cubra a toda la asociación. Y que sea a buen precio ya que la delegación nos lo exige”, dijo a pesar de que no hay ley al respecto.
Y mientras Escamilla sigue echándose más dinero a la bolsa, el doctor Contreras sigue atendiendo pacientes como a la señora que se jodió el pie.
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Es colaborador de las revistas Gatopardo y Forbes, así como del sitio sinembargo.mx. Ha publicado en los diarios Excélsior, Milenio y La Crónica. En 2012 ganó el Premio Alemán de Periodismo Walter Reuter por el mejor texto político y es autor del libro Las mieles del poder, un retrato íntimo de la política en México. Escribe otro sobre el regreso del PRI a Los Pinos.
(Alejandro Sánchez)