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Oferta inmejorable: pasar 15 años de tu vida en compañía de un sujeto irracional que se meterá en tu cama y te echará a la cara su aliento fétido; te atacará sexualmente a ti y a tus invitados; destrozará tus muebles, tus zapatos, tus cortinas, y si no lo vigilas va a orinar la mitad del pasillo, comerse tu comida, sacar la basura y esparcirla por la sala; te hará madrugar y te sacará a la calle, y una vez ahí, congelándote, recogerás su excremento…
Aún con elevada autoestima, es muy posible que aceptes gustoso semejante régimen.
Y yo de veras me pregunto: ¿por qué?
Ahora mismo, una señorita que se ajusta a la descripción anterior, propiedad de mi hijo, decidió que debo prestarle atención a ella y no a la computadora donde tecleo.
Me mira con sus ojos irracionales y su frente aplanada que no le da espacio craneal para más cerebro.
Como no le hago caso, me reta a que escriba.
Intento explicarle que tiene que dejarme trabajar, pero no le importa: no sabe leer.
Quiere que desocupe mis manos para pasarlas por su abundante cabellera, o sus orejas descomunales, o para que le rasque el vientre o los pechos.
Miro a otro lado porque ahora mismo se ha echado al piso en una postura francamente pornográfica, la muy perra.
Pienso en la jauría que en enero presuntamente asesinó a cinco (hay quien dice seis) personas en Iztapalapa.
Pienso en los perros ferales, dueños de la tercera sección del Bosque de Chapultepec, que atemorizan a los corredores.
Dos semanas hará que, en un campo de futbol en Tlalnepantla, apareció otra víctima mortal de ataque canino.
Está el aspecto contrario, el tierno: la proliferación en redes sociales de fotos de perritos en adopción, perritos perdidos, perritos encontrados, gatitos civilizados.
En promedio hay un excremento (de mascota, supongo) cada 20 metros en las baquetas de mi colonia, la Roma.
Humanos y perros formamos la jauría extendida, machos y hembras alfa, hombres y mujeres de pedigree, qué diferencia hay.
El negocio veterinario está en franco crecimiento, y se calcula que puede cuadruplicarse.
Ella me sigue mirando.
Me pone su pata encima.
Le huele mal la boca, a croqueta.
Está bien, tú ganas.
Vagamente me recuerda mi sustrato salvaje, primitivo, animal.
La envidio.
Mi hijo la considera la perra más bonita y tierna del mundo.
La ternura, lo dicen estudios científicos, es una respuesta evolutiva de protección a partir de un aspecto infantil e inofensivo.
Por eso adoptamos al perrito callejero y jamás ayudamos al humano en iguales condiciones.
Mejor al perrito o al gatito que no se enteran de nada.
A ellos hay que proteger, y no a nuestro hermano.
Menudas bestias.
¡Anímate y Opina!
*Felipe Soto Viterbo, escritor, editor, paseador de perros y profe. Nació en la Ciudad de México. Es autor de las novelas El demonio de la simetría, Verloso, artista de la mentira y Conspiración de las cosas. Fue editor de la revista Chilango, Time Out México y Dónde ir. Es profesor de periodismo en la Ibero y de narrativa en el Claustro de Sor Juana.
(Felipe Soto Viterbo | MÁS POR MÁS)