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Hace unos días tuvo lugar el debut de Angélica Rivera de Peña en una función muy tradicional que las esposas de los presidentes han hecho: presidir el Consejo del DIF Nacional. Fue en Los Pinos, con la presencia del Presidente y los más altos funcionarios del gabinete, así como muchos invitados especiales, tanto de la sociedad civil organizada, como amigos actores de la señora Peña.
Tuve la ocasión de asistir, y quiero contarles algunas impresiones de estar allí.
En primer lugar fue curioso ver esa mezcla tan disímbola de personas: Por un lado, miembros de la vieja clase política priísta, en un evento que fue diferente a lo que nos tiene acostumbrados esta nueva administración, porque por ejemplo, el presidente se mostró muy cariñoso con ella y le echó una enorme cantidad de flores en su discurso, algo que nunca vimos hacer a Felipe Calderón o a Vicente Fox con sus respectivas.
Es decir, vi a un presidente enamorado y orgulloso de su mujer.
Los invitados llegamos con mucha anticipación y el salón no es muy grande, así que pude ver de cerquita, a las esposas de los gobernadores: las primeras damas de los estados, un variopinto collage de edades y estilos, pero todas, salvo un par, vestidas elegantemente, muy peinadas y maquilladas.
Las que llegaron tarde fueron relegadas a la tercera y cuarta fila y no se les veía tan contentas.
Los artistas de telenovela como Lucerito, Cinthia Klitbo, Sebastián Rulli, Victoria Ruffo, Eduardo Capetillo y Bibi Gaytan, Lucía Méndez, MichelleVieth, o Ernesto Laguardia, circulaban muy seguros de sí mismos, ellos con trajes muy sobrios, ellas con atuendos mucho más atrevidos y apretados que el resto de las invitadas, directivas prominentes de causas queridas de la sociedad civil, como Virginia Sendel de la Fundación Michou y Mau o Lolita Ayala, esposas de empresarios de alto nivel, funcionarias públicas como Rosario Robles, Secretaria de Desarrollo Social o Laura Vargas Carrillo, directora del DIF Nacional (esposa, por cierto, del Secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, también presente).
Angélica Rivera – a quien al parecer no le gusta el apelativo de Primera Dama– iba vestida de manera muy sobria y lady-like, con un vestido color vino, quizá un poco corto del talle, pero bien maquillada y con un peinado súper sencillo.
Muy sonriente, se veía al principio un poco nerviosa.
Su discurso fue natural, no se le veía como una actriz actuando el rol de Primera Dama, sino en su propio papel. Cada vez más cómoda en él.
Agradeció a sus hijos, y la presencia de sus abuelitos. Explicó que en México existen muchos tipos de familia y ya no sólo el modelo tradicional de familia, y que ella va a trabajar para todas.
Angélica dijo que el DIF es el encargado de promover los valores y que participará en “actividades que lleven esperanza a cada rincón de nuestra patria…de norte a sur, en ciudades y pueblos llevaremos aliento y apoyo a quienes más lo necesitan”.
O sea que no prometió políticas públicas sofisticadas, sino que ofreció esperanza. Muy significativo y creo que realizable para alguien de su perfil.
El Presidente dijo de ella que “su carisma, sensibilidad social y experiencia de trabajo, servirán para apoyar a los mexicanos.
”Ojalá sea así. Ojalá se rodee de gente capaz que más allá de banderas partidistas le ayuden a ser una interlocutora eficaz de una enorme diversidad de causas.
¡Anímate y opina!
*Ana Vásquez