Para lograr vivir en el campamento de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) se necesitan 350 pesos diarios para lograrlo.
La cuenta incluye la cobertura de necesidades básicas como son comer, ir al baño o bañarse; pero el gasto se eleva cuando deben trasladarse a casetas de ingreso a la ciudad de México o más si sus familiares lo acompañan.
“Aquí estamos, endeudados, cansados…”, comentó Carlos, quien explica que las casas de campaña que han instalado en el Monumento a la Revolución, sede alterna tras ser desalojados del Zócalo capitalino, son lo más incómodas y poco higiénicas, además de muy costosa la estadía.
La estancia de un promedio base de 10 mil maestros, según cuentas de los propios dirigentes, por 52 días implica, con los cálculos de gasto diario de 350 pesos, una derrama de más de 182 millones de pesos.
Cada gasto de a 15 o de a “tostón” ellos mismos lo pusieron.
Eligio es de la región de Valles Centrales, llegó hace dos semanas con sus tres hijas y su esposa.
Cuando no hay actividades temprano, las mujeres cocinan en los anafres de carbón huevos, carne asada y café de olla, con lo que reducen sus gastos.
Pero si las movilizaciones son a primera hora o en lugares lejanos, ya no hay tiempo de preparar el almuerzo y desayunan en alguna fonda.
El costo va de los 100 a los 300 pesos, dependiendo del lugar donde elijan comer.
“Con la ida a Chalco ya no hubo tiempo y yo me lleve a las niñas a comer. Ella llevaba 50 pesos para el camión que la llevaba a la caseta más otro dinerito para que comiera, porque ya no alcanzó a desayunar”, relata Eligio sobre la movilización del pasado martes, en la que los docentes tomaron la caseta de Chalco en la autopista México-Puebla.
Ir al baño en la mañana cuesta cinco pesos, y si desean una regadera hay que pagar entre 20 y 30 pesos, según el lugar.
Volver al baño más tarde cuesta otros cinco pesos, que hay que multiplicar por los cinco integrantes de la familia.
Y al amanecer
A pesar de los costos, a las nueve de la mañana las maestras caminan entre las tiendas de campaña con el cabello envuelto en una toalla y el bulto de ropa sucia bajo el brazo.
En el campamento los olores se mezclan conforme se avanza por los estrechos pasillos: shampoo, carbón quemado, pollo cocido, sudor, tortillas recién hechas, detergente, carne, humo de cigarro; todo depende de la hora y de las actividades de los maestros.
Para la noche
A la hora de dormir también hay que desembolsar unos pesos para comprar los plásticos que cubren la tienda de campaña y evitar una inundación.
Sólo si llueve muy fuerte, hace mucho frío y tienen presupuesto, los maestros duermen en alguno de los modestos hoteles aledaños al Monumento a la Revolución.
A excepción de aquellos de tres o más estrellas, que por “política de los dueños” no admiten a los maestros, el resto ofrecen tarifas que van desde los 120 pesos hasta los 250 pesos por noche.
Los maestros, dicen algunos empleados, son buenos clientes, salen desde temprana hora a sus movilizaciones y regresan ya tarde; permanecen algunos días, pero después llegan otros.
Carlos asegura que la mayoría de los docentes que participa en el plantón están endeudados de tanto pedir prestado para solventar sus gastos, pues llevan cuatro quincenas sin cobrar.
Incluso, manifestó estar preocupado por cómo liquidará los préstamos si no llegan los pagos pendientes de agosto, septiembre y octubre.
Al final, endeudados y cansados, los profesores no pueden negarse a no acudir al llamado, ya que de todas formas deben asistir.
“No pueden decir que no vienen porque no tienen dinero, nadie de aquí lo tenemos y aquí estamos”.