Para entender el Distrito Federal hay que entender la manera en la que se transformó a partir del sismo del 85.
Y aunque se han escrito textos brillantes sobre el suceso y el efecto que surtió tanto en la fisonomía de nuestra ciudad como en sus habitantes, aparece por estas fechas un libro que estupendo que además puede ser muy útil para que la gente joven —que probablemente sabe del terremoto, del daño que causo y de las miles de vidas que cobró, pero que quizá no tiene idea como se vivió y los cambios que propició en la sociedad— se informe.
Me refiero a Septiembre, Zona de desastre, una novela gráfica, escrita por Fabrizio Mejía Madrid (que en fechas recientes tuvo grandes ventas de su novela “Disparo en la oscuridad”, sobre Días Ordaz) y José Hernández, reputado monero que conocen bien los lectores de La Jornada, Proceso y El Chamuco.
En este formato, enésima prueba de que los comics pueden ser literatura seria y de primer nivel, cuentan la historia de un joven Fabrizio (al menos eso se puede asumir), a punto de llegar a la mayoría de edad, que ante la tragedia se suma a los miles de espontáneos que se organizan y remplazan a un gobierno pasmado, inoperante e insensible que simplemente se ve rebasado y no es capaz de cumplir con su deber.
Es un retrato de ese momento hecho a nivel de cancha, en el que aparecen dolorosas anécdotas que circulaban de boca en boca en ese momento, muchos de los personajes clave en las labores de rescate (desde los famosos topos hasta Plácido Domingo) y hasta los chistes que se hacía en ese momento para contrarrestar la pesadumbre (“Las señoras de Polanco están enojadas con las de Tepito porque no las invitaron a su movida”).
También tienen apariciones importantes Carlos Monsiváis (autor de las mejores crónicas de lo que estaba sucediendo) y el entrañable Rockdrigo, músico tampiqueño que perdió la vida ese 19 de septiembre de 1985. Sobre toda las cosas, Septiembre sirve para recordarnos de lo que como sociedad somos capaces de hacer. De que unidos podemos actuar con mayor eficacia que cualquier gobierno. Lástima que se necesita una sacudida de esta magnitud para hacernos olvidar nuestras diferencias.
(RULO | MÁS POR MÁS)