La batalla que México debería de ganar es contra la ignorancia y sus terribles derivados: el prejuicio, la arbitrariedad, el rezago, la estulticia. Lastres que han marcado la sociedad de nuestro país de manera profunda y (mal que nos pese) tradicional.
La ignorancia y el temor a dejarla, son algo muy acendrado entre la inmensa mayoría de las familias del país, muchas veces sin que infuya su estrato social, y esto ha contribuido a una terrible desigualdad en todos los aspectos de la vida del país. No es raro encontrarse aún ahora, a personas que ven con desconfianza o con desidia la ocasión de romper con los valores malentendidos de su ignorancia, a la que se aferran como zona de comfort.
“¿Superarme? ¿Para qué? ¡Eso es de ricos! (o de pobres, según se vea)” Todo lo que representa un cambio, para aquellos que abrazan la ignorancia, es malo. Es aterrador. No es mi intención generalizar, pero es algo cada vez más evidente. ¿A usted no le provoca una sensación de desazón que los niños de hoy sepan manejar una consola de videojuegos antes de saber para qué sirve un libro? Naturalmente, hay excepciones, pero usted sabe a lo que me refiero.
La ignorancia como miedo a lo diferente. Al otro. Y esto visto y establecido como un “valor”, como decía antes. El machismo, el sexismo, la homofobia. Estos son derivados de esa misma ignorancia que cada día va expandiéndose de padres a hijos, de hermanos a hermanos.
¿Cómo combatirla?
Hay muchas formas. Con educación. Pero educación real: abierta al progreso y al mundo, sin ese patrioterismo que por siglos ha obligado al mexicano a ver con rencor lo ajeno a “lo nuestro” como algo extranjerizante y “malo”. Con lectura y cine, pero no solo de entretenimiento. Con conciencia participativa y valor civil.
¿Imposible? No. Pero sí difícil y largo. Es una batalla que se libra todos los días, en aulas, en casas particulares. En conversaciones. En la invitación a leer un libro, un periódico. En la búsqueda de un pensamiento que nos de empatía con lo distinto. ¿Podrá México ganar esa batalla? No se sabe.
Pero si usted participa en la lucha, sépalo, es algo que no será apreciado tal vez, de inmediato, pero a la larga, si en las generaciones más jóvenes – y la gente madura que decide cambiar de idea – se manifiesta un cambio, usted verá que ese esfuerzo, rendirá fruto.
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* Miguel Cane es autor de “Todas las fiestas de mañana” y del “Pequeño Diccionario de Cinema para Mitómanos Amateur”. También es crítico cinematográfico y columnista para Animal Político.