Quedaban menos de 700 maestros en el Zócalo, la mayoría había hecho las maletas el jueves por la noche y la mañana de este viernes; después de llegar a ser casi 20 mil, solo unos se resistieron hasta el final, se momento cuando la policía federal los echó por la fuerza.
A medio día del viernes, el que fue un micro mundo organizado por secciones, con comedores, salas de juntas, áreas con habitaciones improvisadas por miles de tiendas de campaña, ya era sólo escombros, basura, charcos y restos de comida.
Todo el Zócalo olía a humo, algunos maestros hicieron fogatas con los toldos y cartones en señal de protesta: “es para que vean que estamos dispuestos a lo que sea, de aquí no nos vamos y vamos a dar nuestro grito”, dijo un profesor mientras sostenía una bandera de México en su mano derecha.
La esperanza de que el gobierno federal echara atrás la Reforma Educativa, que no satisfacía las necesidades de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), se había agotado. No había pacto, había un ultimátum de dos horas para que todos dejaran el Zócalo, y así fue.
La tensa calma
Los pocos integrantes de la CNTE que quedaban armaron barricadas en las calles 5 de febrero y Tacuba con algunas vallas y estructuras que sostenían su campamento. Se armaron con palos y tubos, cubrieron sus cabezas algunos con cascos y otros con palanganas, estaban listos para defender su posición, pero ya eran muy pocos y frágiles ante los federales.
La tarde lucía en aparente calma, calma que rompían algunos petardos, algún grito de guerra, gente que corría por una apocalíptica explanada rodeada de fuegos regados o los helicópteros de la policía. Se sabía que algo ocurriría, pero no en qué momento. Solo restaba esperar.
El momento de quiebre
Para las 16:20 horas, un grupo de 300 policías federales entraron por la calle de Moneda y Monte de Piedad, los agarraron desprevenidos, los replegaron, unos por la calle de Madero y otros por 5 de febrero y 20 de noviembre.
Hubo gritos y golpes entre los granaderos y los maestros resistentes, algunos transeúntes incautos corrían para refugiarse en los negocios cerrados y edificios donde los mirones veían el espectáculo desde las ventanas. Los maestros habían sido desterrados de su terreno de protesta.
En la plancha ya todo había acabado, la tensión se trasladó para 20 de Noviembre rumbo a Izazaga, donde ya estaban cientos de policías listos para el enfrentamiento con el resto de profesores.
Podía escucharse los toletes de los granaderos golpear contra sus escudos, querían acción, reían algunos, seguían órdenes: dejar el centro de la ciudad limpio para el Grito de Independencia, el primero del presidente Enrique Peña Nieto.
Se reinstalan
Tras ser desalojados, los integrantes de la CNTE se trasladaron a la Plaza de la República en donde instalaron sus carpas para continuar con las protestas contra la Reforma Educativa.
Visiblemente cansados, los docentes no dan marcha atrás a su petición aún cuando fueron retirados del campamento que establecieron durante 24 días.
(Cristina Salmerón)