Foto: Carlos Acuña

Los discos más ricos de la CDMX

Por: Carlos Acuña
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Ricos Discos es apenas uno de los últimos puntos de encuentro de un largo corredor de venta e intercambio de discos usados que quedan en el centro de la ciudad

Detenerse es cada vez menos común. Ponerle una pausa a la prisa del mundo: sentarse en la banqueta y escuchar los sonidos de la ciudad: el bocinazo de un auto, los gritos del vendedor ambulante, el ritmo y la respiración que mantiene viva a la urbe pese a su crónica neurosis.

En la esquina de Avenida Cuauhtémoc y Doctor Navarro, en la colonia Doctores, justo en la frontera con la Roma Norte, un pequeño escándalo brota de un puestito de metal que extiende hacia la acera algunas pequeñas mesas y cajones llenos de discos, cassettes, fanzines y playeras en un alegre desorden adolescente.

Hoy el cantautor Andy Mountains acompañado del percusionista Alexis Ruiz, que le acompaña con un vibráfono plateado, hacen vibrar el aire. La gente se detiene, graba con su celular, lanza unas monedas, baila, aplaude.

Hoy son ellos pero aquí, cualquier tarde, uno puede escuchar a proyectos de experimentación sonora como Hermanxs, los corridos espaciales de Hospital de México, a la banda Tía Rosa, a Israel Ramírez de Belafonte Sensacional, al cancionero sonorense Anthony Escandón, a John Lenin y la Suciedad Secreta, a Sam Sam Sam, a Sonido Sapo. Con algo de suerte, uno puede escuchar a la leyenda del jazz británico Shabaka Hutchings ofreciendo un recital callejero y gratuito.

Hoy que la alcaldesa Sandra Cuevas no ocupa más su cargo, el puestito metálico de no más de cinco metros cuadrados ha recuperado sus colores: dibujos saxofonistas, guitarristas y bateristas adornan el rótulo principal que bautiza el proyecto: Ricos Discos. Que viva la música. “Llevamos tres años”, dice Julián Huerta, también conocido como Basuritas Records, músico, DJ y estudiante de sociología.

“Yo quería rentar un local para vender viniles. No me alcanzó la renta y mejor alquilamos un puestito. Los discos son un formato físico que pasa de mano en mano. Internet ha hecho que consumir sea muy fácil: ya no nos detenemos a pensar de dónde viene toda la música que llega a nosotros. Hay muchísima música que no está en las plataformas de streaming, o música que nunca se reeditó. Yo considero muy valioso compartir esta música escondida y platicar lo rico de su contexto: qué tipo de relaciones sociales, políticas, le dieron origen”.

Foto: Carlos Acuña

Lugar de encuentro y agitación

Ricos Discos es apenas uno de los últimos puntos de encuentro de un largo corredor de venta e intercambio de discos usados que, tan sólo en el centro de la ciudad, va desde la Lagunilla en la colonia Guerrero, pasa por el Tianguis del Chopo, se concentra en Balderas y atraviesa avenida Cuauhtémoc hasta este punto.

“Yo alguna vez le escuché decir a un amigo que son los músicos quienes pasan a través de los instrumentos musicales y no al revés, ¿sabes? Pasa lo mismo con los discos. Aquí vendemos discos sobre todo de nuestras colecciones: no hay discos nuevos, ni discos que mandemos traer de otros países.

Yo soy de Chile y cuando era joven tener discos de vinil era un privilegio. En CDMX también lo es, pero existe esta otra posibilidad: hacer tu colección a través de estos circuitos de comercio informal, en los tianguis, en los circuitos más populares donde se comparte, además, otro tipo de música”.

También hay fanzines y ropa de Inés Estrada “Inechi”; historietas de Pachiclón; casetes del biólogo y músico Héctor Romero; de la banda Tía Rosa o de Los Champetos del Yuyu y del Capitán Pijama; los vinilos de punk editados por Cintas Pepe de Yécatl Peña. Discos, gráfica, ropa que dan cuenta de una pequeña comunidad magnetizada por el sonido.

“El arte, como tal, es algo vivo. No hace falta que llegue un museo, una galería o una disquera a validar lo que haces: sácalo a la calle, haz que conviva con lo que hace el resto de la gente. En ese sentido Ricos Discos es un poquito un proyecto de agitación”. 

Como los hongos

A Julián y a Feña les preocupa el futuro de la música local. Por un lado, la Inteligencia Artificial ya está operando de mano de las grandes industrias para generar grandes hits sin autor, sin músicos de por medio. Por el otro, es cada vez más difícil encontrar lugares en la capital donde tocar en vivo en condiciones justas.

Los espacios enfrentan cada vez más limitaciones y ya sean las autoridades o el crimen organizado, todos exigen un tributo a veces imposible de pagar. “La gentrificación o el aburguesamiento de la ciudad hace que todo sea aún más difícil. Hay lugares que, para tocar, te piden la mitad de las entradas, eso dividido entre dos o tres bandas, cada uno con por lo menos cuatro integrantes, hace que vivir de la música sea cada vez más difícil”, explica Julián.


Ellos, que además de Ricos Discos, forman parte de la Rondalla Rondador, un conjunto de cumbia-noise-espacial, han tenido que adaptarse y comenzar a organizar sus propios eventos en donde sea y volver a lo básico: presentarse en casas y departamentos de amigos, en cantinas en desuso, en vecindades dispuestas a generar otro tipo de dinámicas y tratos más justos.

La falta de espacio está generando este fenómeno, que es muy curioso: hoy la mejor música independiente sucede ahí, en lugares informales que aguantan un tiempo y de repente ya no existen. Es como los hongos: llegan con la lluvia y luego desaparecen.