Una pandemia ha abatido la Ciudad de México. Las calles están desiertas y las cortinas metálicas de las farmacias despliegan letreros que dicen: “Tapabocas agotados”. En este estado de excepción transcurre La transmigración de los cuerpos, la más reciente novela de Yuri Herrera: uno de los más brillantes, talentosos y celebrados escritores que hay en nuestro país.
El Alfaqueque es el recadero de una importante familia que se disputa la supremacía de ciertas zonas de la urbe con otro clan. Amante y protector de la Tres Veces Rubia, posee una astucia asombrosa que le permite moverse de manera anfibia tanto en los círculos del inframundo citadino como en las capas más visibles de la sociedad.
Sobre él descansa la difícil tarea de apaciguar los ánimos beligerantes de las familias que han cruzado muertos y cuya sed de venganza y violencia es una muestra nítida del pulso social de nuestro país. En el camino visitará los tugurios La Metamorfosis y el Íncubo y nos enseñará los lados más flexibles de la ley y los aspectos más deformes de la realidad, o sea los más reales.
La precisión, el humor y la inteligencia con la que están esculpidos los personajes que pueblan la trama (el Ñandertal, la Muñe, la Ñora, los Fonseca, los Castro, etcétera) revelan a un tipo de escritor que se da una vez cada muchos años. La manera en la que se esbozan ambientes limítrofes y oscuros, sin condescendencia, sin alarde, sin pretensión o compasión alguna, generan entornos que palpitan frescura y exudan realidad. Una realidad, la de nuestro territorio y la de nuestro tiempo, que Yuri ha capturado con maestría y que ha traducido en un estilo narrativo auténtico.
El escritor de Actopan, Hidalgo, ha comprendido –tarea nada sencilla– los mecanismos del poder en nuestro país. Y los recita con un lenguaje tan suyo que basta una línea leída (por ejemplo el comienzo de la novela que dice “Lo despertó una sed lépera”) para distinguirlo. Otra muestra de su forma: “Su tipo de gente, la de él, con la que transaba todos los días, la su gente de su entre nos, su gente. Qué prodigio por eso, qué extraño, poder estar ahí tan cerca de ella, si somos de tan diferente maldad, pensó”. El narrador mexicano posee una rara cualidad en los tiempos que corren: su calidad es indiscutible y sus libros son fáciles de leer, veloces, entretenidos.
Cada momento, cada geografía, se resguarda del olvido y del paso del tiempo en los sonidos que produce, en las letras que genera. Éste, nuestro tiempo, nuestra época, será recordada y representada en muchísimos años por venir por este narrador agreste y culto, duro y conmovedor, poseedor de un lenguaje punzante y cautivador, que es Yuri Herrera.
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