¿Qué ha sido de aquellos lugares que fueron emblemáticos de la pachanga dosmilera en la capital? Nos hundimos en la nostalgia e investigamos sobándonos la rodilla derecha
Por Pamela Escamilla y Cristina Salmerón
Fuimos jóvenes y fuimos rockeritxs, a veces también fuimos fresas, hipsters o snobs y nos gustaba el reven a inicios de los dosmiles. Ahora, ya treintones y cuarentones, añoramos esos lugares que nos dieron patria y libertad y que se disolvieron con las luces de la ciudad de forma similar a la que se diluyeron nuestras ganas de salir cada fin de semana y aguantar la fiesta hasta que abrieran el metro o llegara un TaxiMex.
El Jacalito
Nunca llegaste a este lugar antes de la medianoche (esperamos), y qué bueno: más temprano, El Jacalito era si acaso una cantina de viejitos. Pero a partir de las 12 (y, mejor, a eso de las 2) la cosa cambiaba: todos los exiliados de bares aledaños caían al “Jacal” a seguirla, a nadar por entre la turba para conseguir un six o una cubeta de chelas.
A diferencia de otros bares, normalmente hechos para albergar una sola tribu, El Jacalito era un lugar de encuentro, casi un experimento antropológico: igual estaban los fresas pedísimos que no querían antro-antro, que los hipsters recién salidos de la Roma, los extranjeros en modo Mexican curious, los mismos viejitos de la tarde, y un largo y variopinto etcétera.
Bustos de apaches y de curanderas caribeñas observaban desde la pared aquel desmadre como quien observa la creación del mundo, acaso de un nuevo mundo, en el que en esta ciudad no hay diferencias. Una ilusión, por supuesto: El Jacalito cerraba y abría caprichosamente, y era difícil saber si su promesa nocturna nos sería fiel. Tanto así, que es imposible saber cuándo cerró definitivamente: en el mismo garage que lo albergaba han abierto otros bares, otros afters, otros nombres, pero el que se quedará por siempre en la memoria, el legendario, es el Jacal.
Bulldog Café
Ah, los tiempos simples: hubo una vez una década en la que todo lo que hacía falta para ser feliz era estirar la mano, sortearla por entre una multitud de flecos llenos de gel, entregar un boletito al bartender del “Bull”, gritarle en medio del escándalo y el headbangueo: “¡un Trapo!”. Bebíamos tragos que provenían del trapo que acababa de limpiar la barra; íbamos a miles de tributos a Soda Stereo al mes, y sí, éramos felices.
El Bulldog Café de esa época, esa casa enorme en Av. Revolución y Rubens, era para muchxs una suerte de oasis en medio de la noche chilanga. La mayoría de los antros de los 90 y los dosmiles tenían cadena (y su consabido cadenero: mamón, racista y elitista: un mal del que, por desgracia, no libramos todavía), exigían vestir de cierta manera, acomodar con cierto garbo los pelos y pagar covers estratosféricos para divertirse.
Pero no el Bull. En él bastaba con hacer fila y eventualmente, sin que nadie le hiciera el feo a tu playera de Caifanes, entrabas a rockear: desde 1997, el Bull fue uno de los pocos lugares nocturnos que eran rockeros y fresones a la vez, donde podías headbanguear, corear a una de las bandas que tocaban en vivo o bailar. Mucho antes de que los dosmiles trajeran la euforia del mérol y la moda de hacer cuernitos en las fotos, el Bull estaba ahí.
Además de ver millones de pedas, este antro vio tocar a bandas como Fobia, Café Tacvba, Molotov o Los Amigos Invisibles, y tributos a esas y muchas otras. Pero como suele pasarle a todo aquello que toca el rock, en sus últimos años el Bulldog ya desvariaba: empezaron a cobrar cover y a ponerse más exigentes en la entrada, y desde entonces no fue lo mismo. Cerró en 2018, llevándose consigo los legendarios jochos que nos salvaron tantas veces la noche y nos permitieron sentir que íbamos a rockear forever.
Foro Alicia
A falta de espacios culturales delegacionales, Nacho Pineda y compañía crearon este foro en 1995. Vantroi, Limbo Zamba y Antidoping inauguraron el lugar. El Alicia se hizo icónico en la contracultura y tenía conciertos con mujeres antes de que el porcentaje de participación femenina en la música estuviera en boca de todxs.
Este sucesor de los hoyos funky potencializó la escena del ska, consolidó el surf mexa y hasta sirvió como continuación para el movimiento rupestre. También llamó la atención de artistas más grandes y en su escenario desfilaron Manu Chao, Jaguares, Babasónicos y Fermín Muguruza, entre otros. Pero no todo fue miel sobre hojuelas, el Alicia también sufrió varios portazos (el primero en un show de Sekta Core) y más de una clausura.
También ofrecían un espacio para dejar discos físicos a consignación, en el mostrador donde estaban las propuestas de Grabaxiones Alicia, tales como el Prueba Esto!, acoplado de punk rock en el que estaba la última banda que se presentaría en el foro en 2023: Gula. Durante un tiempo ya casi no había conciertos pero sí presentaciones de libros, mesas de debate y mucho más, hasta que Nacho anunció que —ahora sí— le dirían adiós al público de CDMX.
Durante 2022 tuvieron un montón de conciertos y el regreso de bandas que crecieron en sus instalaciones. La convocatoria fue tanta que algunos grupos siguieron tocando a principios de este año, en el que se organizaron diferentes eventos en el lugar, donde hasta bodas hubo.
*Texto adaptado para + Chilango