“Malinchista”, por @alexxxalmazan

SÍGUEME EN: @alexxxalmazan

Aproveché el segundo gol de Italia para pedirle a la mesera que le bajara el volumen al televisor. Era tal el ruido que en verdad creí tener al Perro Bermúdez atrás de la oreja. Ignoro si fue por el desánimo del partido, pero el capitán tomó el control remoto y le bajó.

El problema fue que eso molestó a unos clientes. Si verían a México perder, lo harían con la voz del Perro saliendo a chorros. Ellos estaban bebiendo, yo no, y en restoranes como éstos el alcohol mata comida. Me hubiera quedado a ver los últimos minutos del juego, pero uno me gritó ¡malinchista!, y lo que menos necesitaban los fanáticos era un tipo como yo, al que le va y le viene el futbol.

Camino a casa pensé sobre ese sentimiento patriótico que tiene todo futbolero que se precie de serlo. Entiendo que un triunfo de la selección pone a la gente de buenas como si hubieran tenido sexo sabroso. Lo que sigo sin comprender es cómo ese fervor a la camiseta no se tiene para el funcionamiento de este país. Es decir: para lo que nos mantendría más felices que simplemente 90 minutos.

Imaginé que si la pasión que todos mostraron en el restorán cuando el Chicharito cobró el penal se volcara también en los asuntos políticos, entonces a la mayoría de quienes nos gobiernan ya los hubiéramos echado a patadas. Porque eso sí que son malinchistas: México nunca les ha importado; sólo les interesan sus cuentas bancarias.

Pensé que si la gente le prestara la misma atención a la violencia que vive el país, los narcos no andarían tan a gusto en las calles; los chilangos ya hubiéramos hecho una marcha contra ellos (no olviden que en DF nos manifestamos hasta por defender los derechos de las moscas).

También creí que si todos sacaran la casta como lo hicieron en las atajadas de Corona, los empresarios y todos esos cabrones que viven para joder al prójimo dejarían de ser tan miserables. Incluso pensé que si esa esperanza de que la selección empataría fuera pan de todos los días, entonces México sería un mejor país: tendríamos educación de buen nivel, televisoras menos manipuladoras, un presidente menos torpe, las playas seguirían siendo nuestras, el ejército no sería corrupto, los niños podrían salir a jugar a las calles sin que los padres se la pasaran jesuseando, habría medios de comunicación honestos y, en una de ésas, no me hubieran robado mi auto.

Ignoro si desde el periodismo mostramos el amor hacia México (hay tanto cínico en este oficio que opera en nuestra contra), pero de algo sí estoy seguro: una selección de futbol no es la patria ni Dios es redondo, aunque haya veces que así lo creamos.

¡Anímate y Opina!

*Estudió comunicación en la UNAM. Ha colaborado en Reforma, Milenio y El Universal y el semanario Emeequis. Es tres veces Premio Nacional de Periodismo en Crónica. Autor de Gumaro de Dios, el caníbal, Placa 36, Entre Perros y El más buscado.

(ALEJANDRO ALMAZÁN)