“¡No, no es real!”, “¡qué cosa tan hermosa!”, “¿muerde?”. Esas son algunas de las preguntas y expresiones que Ángel Arredondo escucha todos los días cuando camina por la calle Álvaro Obregón, en la colonia Roma, mientras pasea a su mascota ‘Chata’, una cerda vietnamita de año y medio que pesa más de 50 kilos y mide 1.20 metros de largo.
“Un día venía en el carro platicando con mi novia y le dije: ‘Oye amor, fíjate que vi a un jeque árabe que tiene cerdos de mascota, ¿está padre, no?’”. “Grave error”, dice Ángel, quien en un cumpleaños se encontró con la sorpresa de que una cerdita ya lo estaba esperando en casa.
Su primera reacción fue de rechazo e inmediatamente le dijo a su novia: “No lo quiero, regrésalo”. Pero esa sensación pasó rápido. “Al principio la verdad no sabía qué hacer con ella (el animal) y ahora no sé qué hacer sin ella”, cuenta este chilango.
‘Chata’ roza la pierna de su dueño con el hocico, así es como busca una caricia en el lomo, la barriga o detrás de la oreja, comenta Ángel. Los cerdos —ya sean de consumo o como mascotas— “tienen la capacidad de desarrollar vínculos de afecto con las personas, de ahí la facilidad para adaptarlos como animales de compañía”, explica el médico veterinario especializado en cerdos Luis Felipe Rodarte.
“Estos (vietnamitas y minipigs) se siguen consumiendo (como alimento) en otras latitudes del planeta, pero es hasta los últimos años que se están promoviendo como animales de compañía, debido a su tamaño reducido”, señala el médico.
Tener un puerco de mascota “no es más complicado que un perro, pero sí diferente. No es desastroso como un perro ni tan independiente como un gato”, dice Pau Paredes, quien desde hace más de un año posee un minipig al que llama ‘Ramiro’, una especie que a diferencia del vietnamita sólo llega a medir 45 centímetros.
“(Los cerdos) son animales limpios, se adaptan a entornos tanto fríos como calientes, son muy inteligentes y aprenden rápido, sobre todo cuando se les da a cambio un espacio, una caricia o alimento”, explica Rodarte.
Ángel vive en un departamento de tres recámaras y la ‘Chata’ ocupa una de las habitaciones donde, hasta antes de su llegada, sólo había un aparato para hacer abdominales y una bici. Ahora, “‘Chata’ necesita el mismo espacio que un perro y tengo la posibilidad de darle ese cuarto”, comenta el dueño.
Alimentar a esta cerdita de 50 kilogramos implica un gasto de dos mil 500 pesos al mes. La dieta incluye 50 kilogramos de verdura y fruta a la semana, 20 kilos de croquetas y 10 pesos diarios de un paquete de galletas que le da como postre mientras la pasea. “Lo más difícil de tenerla es subirla al coche”, dice Ángel entre risas.
Pau adquirió a ‘Ramiro’ por tres mil pesos. Sus cuidados básicos, explica, son un paseo diario, alimentarlo dos veces al día y cepillarlo de vez en cuando para que su piel no se reseque. Eso sí, ‘Ramiro’ la acompaña a casi todos lados, sólo lo deja en casa mientras trabaja y en algunas ocasiones al cuidado de sus padres cuando tiene que viajar.
El veterinario señala que un cerdo en una ciudad puede vivir más que en un ambiente silvestre, pues “al no convivir con otros de su especie disminuye la posibilidad de contagio de muchas enfermedades”. La ‘Chata’ no ha necesitado de vacunas, y visitas al veterinario cada seis meses sólo para que le limen las pezuñas y le limpien las orejas.
El paseo diario es parte de la rutina de ambos animales; de no hacerlo se inquietan en casa, reconocen tanto Pau como Ángel. Fuera de eso, la vida de los cerdos se limita a comer y dormir. “Prefieres a un perro de mascota cuando no conoces a un cerdo”, dice el propietario de ‘Chata’.
Ver caminar a esta puerquita por las calles de la colonia Roma provoca sorpresa, la gente se detiene, la mira, se asombra, hace preguntas, se toma fotos con ella y, en ocasiones, hace bromas de mal gusto. Ángel ha aprendido a lidiar con eso, pues dice: “Es parte de tener un cerdo como mascota”.
LOS CUIDADOS
Tener como mascota un cerdo se ha convertido en algo cada vez más común en la ciudad.
- Los cerdos suelen ponerse nerviosos con cualquier cambio en su rutina diaria, por eso el veterinario Luis Felipe Rodarte recomienda seguir siempre los mismos horarios de comida y paseo.
- Son animales temperamentales, pero esto es principalmente por nervios. Mientras el dueño cubra las necesidades básicas, no tendrá problemas con el comportamiento de la mascota.
- Por instinto, les gusta rozar su hocico contra el suelo o el lodo. Si no se les acondiciona un espacio (una charola o algún sustrato), es probable que comiencen a hacerlo en el piso de la casa o contra los muebles.
- Para regular su temperatura estos animales requieren echar su cuerpo sobre líquidos, incluso con su orina. Por esta razón es importante que tengan un espacio adecuado para ello.