Jornadas de trabajo de 10 a 12 horas los siete días de la semana; ingresos inestables que varían de acuerdo con las condiciones del vehículo; marchas y plantones, tráfico y clima; ausencia de seguridad social y la obligación de pagar la cuenta fija al dueño de la unidad, son las condiciones laborales que tienen los trabajadores del transporte público en el DF.
Carlos León Salazar, egresado del Posgrado en Estudios Sociales de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) expuso que este sector es poco comprendidos y muy estigmatizados.
“Los choferes se ven en la necesidad de infringir las señales de tránsito, sobrecargar de pasajeros la unidad en esta lucha por el centavo, por tratar de ganar lo necesario para la sobrevivencia de sus familias”, estableció el experto en un comunicado.
Al participar en el Foro “La profesionalización de los operarios del transporte público y la movilidad sustentable y segura en la ciudad de México”, detalló que desde 1990, cuando se declara la quiebra de Ruta 100, se da el boom de los microbuses y una década después el gobierno del DF se enfrentó la diversificación y reordenamiento, creación de corredores viales y el Metrobús.
EL BOOM MICROBUSERO
Advirtió que la movilidad a partir del transporte colectivo se incrementó pasando de un 30.7 por ciento en 1985 a 54.30 por ciento en 2007, y dijo que por cada viaje en Metro, el concesionario realiza 2.7 viajes por pasajero.
Sin embargo, consideró que hay un gran deterioro en el parque vehicular por problemas de rentabilidad, lo cual forma parte de ciertas características estructurales que hacen compleja la situación laboral de este sector.
Tal es el caso de la normatividad en la que existen vacíos legales y la reserva de fijar la tarifa, lo cual a fin de cuentas se cubre con corrupción y acuerdos como el que los concesionarios se conformen como asociación civil y se liberen del compromiso de establecer relaciones laborales con los operadores y con ello de la cobertura de seguridad social.
Por todas estas situaciones de inestabilidad y presión laboral es que el operador de transporte público, que se capacita sobre la marcha, se convierte en hombre-máquina, porque lo único que sí controla es el vehículo.
Ello representa la velocidad, el número de pasajeros, dónde hacer las paradas y desarrollar la capacidad para ganar lo que más se pueda de dinero para completar un salario, aunque sus “habilidades” implican una gran molestia para la ciudadanía y un estatus entre el gremio.