Sígueme en: @heritage1972
¡Ah jijos! pensé sin tomarme en serio ¿De qué podría escribir un tipo como yo? De nada, me dije en primera instancia.
-No sé de qué escribir, le respondí al oído, o mejor dicho, al teléfono.
-¿Cómo no vas a saber? Puedes escribir de cualquier tema… de la ciudad, de su gente, de las autoridades, de tus caminatas, de los corajones que haces a diario en tus recorridos.
-Pero, pero, eso ya está muy visto. Nadie quiere leer a un monigote despotricando contra el doctor Mancera que no hace más que posar para la foto y salir en la tele.
-Bueno, es que no sólo es eso. Puedes describir, retratar, llevarnos de la mano a recorrer contigo la ciudad que tú ves.
-Mtaaaa ¿Quién quiere ver con mis ojos? Me lo pregunto porque yo soy de esos tipejos que nada les gusta, así que está difícil tener un tema del cual escribir sin aburrir al respetable.
-Tú hazlo, ordenó la exigente editora y colgó el teléfono. Suspiré. Caminé despacio hacia mi computadora, encendí un cigarro y con ‘la columneja’ en mente pensé en mi última caminata sobre Paseo de la Reforma, en el maldito bache que la semana pasada me arruinó una de las costosísimas llantas de mi coche, en el mugrero que todas las noches dejan los vendedores ambulantes sobre Avenida Universidad, en el prepotente viene-viene de la Condesa que, ataviado con su chalequito que le da la delegación, ya cobra derecho de piso como cualquier “zeta” tamaulipeco.
Pensé también en mi recorrido bicicletero por el pomposamente llamado Centro Histórico; recordé su olor a meados, su basura, sus fachadas derruidas, su estado deplorable, su Zócalo lleno de mítines, de ‘toreros’; me vino a la mente la letra de Café Tacuba: ‘Catedral desaparece entre smog y caca de paloma’… Sacudido ese pensamiento recordé los rumbos de Santa María la Ribera; sus banquetas invadidas de negocios que apartan ‘su lugar’ en la calle, el desorden del transporte público; pensé en ese delegado de Coyoacán acusado de sobornar a un empresario, pero consideré que una persona que presume una fotografía con el tal Güicho Domínguez era incapaz de cometer un acto tan atroz.
Alcé el teléfono, marqué y pedí de nuevo con la editora.
-¿Editora? Pregunté con voz trémula. -No tengo de qué escribir, solté.
-¡Escribe! ¡No me chingues! Reviró la jovencita con un tono de desesperación en la voz (de por sí de corneta)
-Bueno. Te mando en quince minutos.
Colgué el teléfono otra vez y regresé a la computadora. Lleno de actitud comencé a teclear: -Tú tienes buena pluma y deberías escribirme una columna…
¡Anímate y opina!
Daniel Sangeado
*Editor de Política en TV Azteca. Egresado de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. La pluma y el ingenio detrás de los DesHechos de la semana.