Pitágoras dijo una vez “el filósofo siempre va a pie. Prefiere el bastón de la experiencia al carro rápido de la fortuna”.
Y es que si los abuelitos son los mejores para dar consejos es porque los años no pasan en balde.
Los dramas amorosos, las transformaciones de la ciudad, los conflictos políticos… Ellos pueden hablarnos de todo porque fueron testigos directos de la historia que hoy leemos en las crónicas de la capital o vemos en las películas “retro”.
Alguien que nació en la década de los 40 vivió en un Distrito Federal con 12 delegaciones y en el que no se podía elegir jefe de Gobierno.
En ese entonces todavía no había Hoy no Circula porque había tan pocos autos, que los niños podían jugar futbol y beisbol en las calles que tenían amplios camellones decorados con palmeras.
En aquel tiempo Bellas Artes era la novedad y no un recinto histórico y afuera del Palacio Nacional había jardineras y no militares.
Al paisaje urbano le faltaba la fuente de la Diana Cazadora, que se colocó hasta 1942, y antes de que llegaran la Torre Mayor y el World Trade Center, la Torre Latinoamericana era la reina de las alturas.
Los adultos mayores que habitan la Ciudad de México caminan con el bastón de la experiencia al que se refirió el matemático griego pero aprendieron a usar el trolebús que sustituyó a los tranvías en el 51 y el Metro que llegó en el 69.
Hoy dan pasos firmes aunque su piso haya tambaleado tantas veces: vieron caer el Ángel de la Independencia en el temblor de 1957 y enterraron a sus vecinos en el terremoto de 1985.
Los abuelitos insisten en que estudiemos porque les tocó la apertura de la UNAM en 1952 y la vieron crecer hasta convertirse en una de las mejores universidades de América Latina.
Son los primeros en las marchas porque no eligieron gobernante hasta 1997, cuando la mayoría votó por Cuauhtémoc Cárdenas, y los primeros en tomar las calles el 2 de octubre para recordar la matanza estudiantil de 1968, que sucedió cuando muchos estudiaban la carrera.
Pueden criticar con toda confianza a los deportistas que se preocupan más por salir en las portadas de moda porque acompañaron a Rubén “El Púas” Olivares en sus 50 victorias consecutivas; desde su debut el 4 de enero de 1965, en el que noqueó en el primer round a Isidro Sotelo, hasta la pelea en que fue derribado en 1970, a manos de Chucho Castillo.
Les dolió más la caída falsa de Robben este último Mundial porque ellos vieron a la única selección que ha jugado un quinto partido en la Copa del Mundo.
No quieren ir al cine con sus nietos porque los estrenos de cuando ellos eran jóvenes no eran caricaturas sino obras que hoy se consideran maestras. Les tocó el estreno de “Nosotros, Los Pobres” en 1948 y se maravillaron con la actuación de Pedro Infante y Blanca Estela Pavón y lloraron por ver niños de su edad siendo “Los Olvidados”, dirigida por Luis Buñuel en 1950.
Los abuelitos de hoy leen cuentos a sus nietos aunque ellos hayan sido los primeros en fila para comprar, en 1958, La Región más transparente de Carlos Fuentes; en 1969 el escandaloso Complot Mongol de Rafael Bernal y en 1978, en Vampiro de la Colonia Roma de Luis Zapata.
Han visto el reordenamiento de la ciudad y del mundo a la par del suyo: algunos se casaron para toda la vida y otros pasan las tardes bailando con su tercer amor.
Hoy celebramos a quienes nos abrazan con su experiencia, por transmitirnos su conocimiento pero también porque son la prueba de que los seres humanos somos lo único que no se hace ruinas. Se construyen y demuelen edificios y calles pero sus habitantes no se desgastan, se convierten en historia viva.
(LUISA CANTU)