No cumplir con nuestras metas se debe a que los objetivos que nos proponemos no tienen un sustento: carecen de un porqué y de un plan o un método para concretarlos
Enero es el mes de los propósitos: los gimnasios están repletos por un par de semanas; muchas personas se ponen a dieta; hay quienes limpian a fondo su casa por primera vez en años o deciden inscribirse en cursos de coaching para “explotar todo su potencial…”.
Es el mes en que “nos comprometemos a convertirnos en la mejor versión de nosotrxs mismxs”. Por desgracia, no pasa mucho tiempo antes de que las caminadoras se queden una vez más abandonadas, la ropa sucia se amontone en un rincón, nos demos atracones de pizza y cerveza, y ni hablar de la promesa de “ser personas más sensatas y comprensivas”.
¿Por qué se vuelve tan difícil?
El “misterio de la fuerza de voluntad” ha sido tema de estudio de los psicólogos desde hace casi un siglo. A finales de los años 60, Walter Mischel realizó un simple (y ahora célebre) experimento: metió a niños de 4 años de edad en un pequeño cuarto con una silla y una mesa, y les pidió que escogieran entre un chocolate, una galleta o una dona.
Mischel les hizo una oferta: podían comerse uno en ese momento o, si estaban dispuestos a esperarlo mientras salía unos minutos, podrían tener dos golosinas cuando él regresara. Casi todos los niños eligieron esperar. Sin embargo, la mayoría no resistió más de 30 segundos antes de sucumbir a la tentación de comer en ese instante.
Mischel descubrió algo interesante cuando estudió al pequeño porcentaje de niños que sí logró esperar por el segundo dulce: sin excepción, encontraron una manera de dirigir su atención a otra cosa que no fuera la deliciosa golosina (cantando, jugando e incluso durmiendo). Mischel definió a esta habilidad como la “asignación estratégica de la atención” y sostenía que es la cualidad que subyace en el autocontrol.
Creemos que la fuerza de voluntad se trata de “tener una fibra moral inquebrantable para resistirse al deseo”, pero no: se trata de enfocar con un propósito nuestra atención y con ello aprender a controlar nuestros impulsos.
En lugar de “resistirnos” a no abrir el helado que tenemos en el refri, nos anteponemos a la tentación de pasar por el pasillo de los helados en el supermercado (para ni siquiera lidiar con ese dilema). En síntesis, según Mischel, una forma de “aumentar nuestra fuerza de voluntad” es reconocer lo débil que ésta puede ser.
¿Cómo cumplir los objetivos?
A más de 50 años de ese experimento se han realizado otros similares y el concepto de “fuerza de voluntad” cobra distintos significados (según el estudio más reciente): algunos afirman que “sí es ilimitada” dependiendo del contexto, y otros lo contrario, que es tremendamente frágil y susceptible del entorno. Mientras los científicos se ponen de acuerdo al respecto, hay algunas pautas que le han servido a otras personas para cumplir sus objetivos:
- Plantearse metas breves y alcanzables. Crear un hábito depende de la costumbre y la frecuencia. Se ha probado que si se empieza con cambios mínimos que apenas sean perceptibles en nuestras rutinas, será más fácil adaptarnos a lo que deseamos lograr.
- No temer al cambio. Por supuesto que todos tenemos miedo al fracaso, pero si estamos intentando algo nuevo debemos asumir que nada saldrá al primer intento y que debemos ir probando cómo podemos conciliar la realidad con la meta que nos proponemos.
- Aceptar los errores. Si en las ciencias exactas se llega a resultados por medio de “prueba y error”, ¿por qué nuestras acciones (que dependen de infinidad de circunstancias) serían la excepción? Nada hay de malo en fallar y volver a intentarlo.
- Solucionar en lugar de lamentarse. Si las cosas no están resultando como esperábamos, hay que hacer una pausa, revisar qué no está funcionando y qué podemos cambiar para no perder el objetivo ni la paciencia.
- Persistencia. Cada tanto reafirmar por qué nos interesa esa meta que nos planteamos y en qué medida la estamos vinculando poco a poco a nuestra cotidianidad.
- Procurarse un entorno motivador. A veces no basta con tener clara una meta y requerimos mayor apoyo. Rodéate de personas que busquen lo mismo que tú: además de tus amistades, hay grupos de apoyo en línea para todo tipo de propósitos. Compartir tus inquietudes, dudas y temores con otrxs te puede brindar soluciones sobre cómo resolver ciertos asuntos o incluso animarte a probar otras opciones al cambio que buscas concretar.
Por último, si tu “propósito” está vinculado a cambiar hábitos para mejorar tu salud (ejercicio, alimentación, dejar un vicio…), debes acudir a un profesional (médico, nutriólogo…) para que te asesore de forma adecuada y lleve un registro óptimo de tus avances por medio de análisis y de un tratamiento ideal para ti.