“Vamos, Lourdes, la vas a pasar bien”, le dijo un día –sin albur– el cronista de Tepito, Alfonso Hernández, a la mujer que tenía su puesto en la esquina de Aztecas y Fray Bartolomé de las Casas, en el Barrio Bravo. Lourdes aceptó y al llegar al Festival Trompos contra Perinolas, organizado en el Museo de la Ciudad de México, se llevó la sorpresa de que ya estaba inscrita para participar en el concurso de albures. La segunda sorpresa de aquel día de 1997, fue que Lourdes ganó la competencia.
Desde entonces, esta comerciante de Tepito no ha tenido empacho en decir que “ese pinche Alfonso tuvo la culpa” de que le empezaran a llamar La Reina del albur y ahora no sólo esté a cargo de su puesto de ropa para bebés, sino además al frente de los grupos de alumnos a quienes imparte clases de albures finos, en la Galería José María Velasco de la colonia Morelos.
A Lourdes Ruiz también la conocen como La Verdolaga Enmascarada. “¿Por qué? Pues porque la verdolaga es una planta mexicana que se da hasta en las banquetas, y los mexicanos así somos. No hay límite para que los mexicanos crezcan”, señala la mujer que está rodeada de camisetas y mamelucos.
“Y es enmascarada porque nos comportamos de una manera con los papás, de otra manera con los hermanos, de otra con los amigos, con los maestros, con el marido, con el novio… Nos ponemos mil máscaras y cuando descubrimos nuestro verdadero yo, es muy diferente”, agrega.
El gusto por los albures comenzó en Lourdes desde que era una niña, cuando vivía en la calle de Toltecas, también en la colonia Morelos. Ahí, platica, tenía enfrente unos amigos cuyos padres vendían nieves, y ellos, los chavos, se divertían diciéndose cosas que ella no entendía.
“Nací en una familia como la de todos. No decía malas palabras, pero yo sabía, o algo intuía, que esos amigos hablaban picardías. Cuando me explicaron de qué se trataba empecé a divertirme. La primera lección que me dieron fue que tenía que escuchar a la gente”, platica La Reina del albur.
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Poco después, Lourdes se dio cuenta que en su familia no eran unos santos y que también hablaban en doble sentido: “Nuestra abuela, quien nos acariciaba la cara, nos decía ‘yo nunca me imaginé ver hijas grandes’. Y a mi abuelo, que vivía con nosotros, le decíamos ‘abuelito te doy tu lechita’ y el respondía, ‘no hija, mejor sácame un rato al sol’. Me di cuenta que ahí tenía a mis grandes maestros”.
El doble sentido y la necesidad de alburear vienen, asegura Lourdes, desde los aztecas. Ella cree que la trascendencia de este rasgo de la picardía nacional ha sobrevivido desde entonces porque la gente busca claves para comunicarse y también “para chingar a los demás”.
LA FINURA DEL ALBUR
Para La Verdolaga Enmascarada, el albur tiene una relación cercana con la política, “pues siempre nos la están volteando”, asegura, y pone de ejemplo al Presidente de la República: “(Enrique) Peña Nieto nos ha dado una albureada tremenda”, por eso “yo lo invitaría a jugar lo que a mí me sobra, contra su rayita… la del copete”.
Hay otros personajes famosos a quienes Lourdes reconoce por su buen manejo del doble sentido. “César Camacho, el chaparrito del PRI, es una persona bastante fina para el albur. Lo mismo Jacobo Zabludovsky. Él también era muy bueno y me lo llegué a encontrar aquí, caminando por La Lagunilla. Con ellos sí me daba gusto platicar”, dice jocosa la mujer.
Lo que hace fino a un albur, según Lourdes, es evitar lo vulgar, lo explícito de los significados de las palabras. Entre más disimuladas sean las insinuaciones, mejor. “Nada de ‘te la meto’, ‘me la sacudes’. No, tan fácil y sencillo como ‘todo por tu culpa’ y listo; o, ‘guárdatelo en el monedero de piel que traes'”, dice después de darle una fumada a su cigarro.
Después de cursar la primaria y la secundaria en la zona del Centro Histórico y la colonia Morelos, este emblemático personaje de Tepito asistió a la Preparatoria No. 7 de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Nació en 1971 y prácticamente toda su vida ha transcurrido entre las calles y los puestos de su barrio.
Ella y sus hermanas heredaron el puesto de ropa que tenían sus padres en el Barrio Bravo. Ahí pasa todo el día, desde las ocho de la mañana que comienza a montar la lona, hasta las ocho de la noche, hora en la que se retira a descansar. En esta zona de la ciudad transcurren sus jornadas laborales, en compañía de su hija, de 15 años de edad, y sus tres perros chihuahueños. Lourdes es madre soltera. “Es mejor hacer felices a muchos que a uno desgraciado”, dice entre risas.
A partir de que inició el proyecto del diplomado, reconoce, se vio obligada a estudiar más acerca de su materia preferida: la picardía mexicana. Y ahora, la Galería José María Velasco, donde imparte el diplomado de albures finos, se encuentra, irónicamente, junto a la que fue su escuela primaria.
A Lourdes le gusta la actuación y ha participado en algunos proyectos artísticos que pretenden mostrar un lado más amable del Barrio Bravo. En 2014 tuvo un papel en la serie de televisión Crónica de Castas y para 2015 participó en la obra de teatro de intervención social Safari, ambas dirigidas por el actor Daniel Giménez Cacho.
El diplomado en albures finos de la Galería José María Velasco comenzará el próximo 9 de febrero de 2016. Durante los cuatro días de clases –uno por semana–, los alumnos profundizarán, con ayuda de libros, poemas o canciones, en el estudio de la picardía mexicana.
“Lo importante ahí será divertirse, pues siempre he dicho que un día sin reír es un día perdido”, señala Ruiz, y agrega: “Además, cualquier tema es digno de alburearse”.
LA VERDOLAGA EN CORTO
–Lourdes (L): Cualquier tema es digno de alburearse. Por ejemplo, puedes hablar de Puebla; esta ciudad es muy famosa por su mole, su camote, sus mascadas y ahora que ya lo venden en barro, pues mejor. A parte de sus chiles en nogada…
–Roberto (R): ¿En barro lo venden?
–L: También… Se lo llevan.
–R: ¿O en terrones?
–L: No, en cajones.
–R: ¿De palos?
–L: ¿Te gustaría?
–R:…
(Fotos y video: Alfredo Boc)