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La reforma de telecomunicaciones puede ser un paso importante para garantizar el acceso de la población a más y mejores servicios en este sector, pero son tantas las aduanas y estaciones que deberá transitar y cumplir esta reforma que la actitud más adecuada que debemos asumir en este momento es la cautela vigilante y no el optimismo exultante.
1) El IFETEL y los nuevos tribunales especializados en telecomunicaciones y competencia económica no pueden repetir ni reproducir los vicios que actualmente presentan el IFE, el IFAI y el TRIFE. El diseño institucional propuesto en la iniciativa no garantizan la imparcialidad y la ciudadanización de los nuevos órganos.
2) El hecho de que Telmex pueda incursionar en la televisión y, como contraprestación, las televisoras actuales puedan incursionar en la telefonía, no garantiza per se la participación de nuevos jugadores, la reducción sistemática de tarifas y la mejora en los servicios ofrecidos.
3) ¿Cuál es la razón para acotar la inversión extranjera en un 49% en radio y dejar abierta al 100% en el resto del sector y en la comunicación vía satelital? ¿No hemos aprendido la lección de las aperturas indiscriminadas en la banca, en el comercio y en otros sectores donde el desmantelamiento y el desplazamiento de los productores nacionales han sido la regla y no la excepción?
4) En concordancia con la reciente reforma a la Ley de Amparo se establece que ninguna resolución de los nuevos organismos reguladores será objeto de suspensión, sin embargo no se contempla ningún recurso de reconsideración a la decisión del IFETEL, lo cual dejará en desventaja a los actores económicos del sector.
5) Más allá de los integrantes del Pacto por México la iniciativa no ha sido debidamente conocida, difundida ni analizada por los ciudadanos, los expertos, los académicos y los mismos prestadores de servicios.
No se pueden combatir los monopolios económicos de facto con otra decisión de facto y unilateral de una representación política supraconstitucional, como es el llamado Pacto por México.
6) Por último, la bondad o pertinencia de la reforma de telecomunicaciones se medirá únicamente en función de dos indicadores: mejor calidad en los servicios ofrecidos a los consumidores y precios más bajos que los actuales (similares a los de países que son nuestros socios comerciales).
Si esto último no se logra en un corto plazo y de manera sostenida, la reforma de telecomunicaciones habrá terminado en un espejismo más de los muchos que ya existen en nuestra vida pública.
Por ello, frente a la reforma, lo conveniente es mucha cautela y poca exaltación.
(Ricardo Monreal Ávila)