Foto: Carlos Acuña

San Fernando de los Libros

CDMX #En Portada
Por: Redacción

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Una de las más antiguas plazas de la ciudad hoy se ha convertido en un bazar autogestivo de librerxs y amantes de los libros

Por Carlos Acuña

Voz de merolico, palabras de bibliotecario. Un micrófono en una mano, en la otra un libro que levanta al cielo para que la muchedumbre admire sus detalles:

–Miren este interior –dice–, miren esta cubierta. La editorial es Círculo de Lectores. Ojo: tapa dura. Un clásico de la novela negra. Agatha Christie, Tragedia en tres Actos, ni más ni menos. ¿Quién me va a dar un pesito por este libro tan chingón? ¿Quién? ¡Cinco varos por allá! ¡Seis varos! Ya empezó el tiro.

¡Diez varos porque tiene y puede! ¡15 varotes por allá! ¡20 devaluados por acá! ¡25 dice la señora! ¡Esto ya es personal! ¿Quién me va a dar 30? ¡28 por aquí! ¡30! ¡35! Vámonos tendidos. ¡40 varísimos!

Desde hace un par de años, la subasta de libros es una escena típica del Jardín de San Fernando. Ubicada junto al cementerio donde reposan los restos de Benito Juárez, esta plazoleta donde también encuentran sus límites las colonias Guerrero, Tabacalera y Centro Histórico tiene fama de arrabal: el trabajo sexual, el aroma a activo en estopa y las gallinas degolladas en misteriosos ritos santeros durante la madrugada marcan su ritmo semanal.

Cada sábado, sin embargo, desde las 10 de la mañana hasta antes del anochecer, un centenar de libreras, libreros y bibliomaniacos de todo tipo se dan cita aquí para mercar, truequear o subastar libros, por lote o por ejemplar, nuevos o de ocasión, rarezas, primeras ediciones, remates.

–No hay que ser codicioso –me dice Daniel Satoshi, quien hoy ofrece una montaña de libros, a 15 pesos cada uno–. Yo podría ponerme a hurgar y ver cuáles libros valen más, para ponerlos en 100, 200. Pero a mí lo que me importa es que circulen: que se vayan todos.

Reciclaje y cháchara

Cada cual sus métodos. Para Marton, por ejemplo, el principio fue el tianguis: en su caso el de San Juan, en Avenida Texcoco, Ciudad Neza. Allí trabajaba hasta que un cábula le vendió dos cajas de libros: los vendió todos, uno a uno. Y de ahí pa’l real: se dio tinta de que era un buen bisne. En el 2019 le dio por entrar a la carrera de Historia y le sonó lógico combinar su escuela con este negocio.

Hoy, a diferencia de la mayoría de quienes conforman el Bazar de Libros de San Fernando, Marton vende casi sólo ejemplares nuevos.

–El librero de viejo busca ventas únicas, carnal –me dice con su labia chilanguísima–, ediciones raras pero irrepetibles: compras un libro en 10 pesos y lo das en 200 o más. Hay que tener buen ojo. Yo prefiero la venta industrial: si un libro se vende bien, tengo otros veinte iguales.

Sus libros más exitosos: El Extranjero y El mito de Sísifo, de Albert Camus. También los de esoterismo y brujería se van como el pan caliente. Además, Marton pertenece a un grupo de libreros aficionados al terror y la ciencia ficción: Los Libreros Muertos.

–Con estos camaradas lo que hacemos es traer de España cargamentos grandes de la editorial Valdemar y de Intempestiva. Son ediciones caras de literatura de terror. Le invertimos una buena lana y nos lo traen en barco. El juego es ofrecerlo más barato que en librerías.

Espacios vivos

Otrxs como Santiago, de La Abismal Cafebrería, acuden a los contenedores de reciclaje donde la gente desecha el aluminio y el papel. Allí pueden revisar si existe un lote de libros desechado: se sabe que las divorciadas, las viudas o lxs hijxs de los lectores más voraces tienen la infeliz costumbre de malbaratar por kilo las bibliotecas de sus difuntos.

–Yo me la paso en Market Place o en Mercado Libre –me dice Miriam, quien se hace llamar Miri Cazadora de Libros en redes sociales. Tiene en las manos el segundo tomo de La Profecía de David Seltzer, en su edición setentera. Con suficiente paciencia logrará reunir todos los tomos y venderla al doble del precio–. También pruebo suerte en los tianguis: en Las Torres o en el de Eje 6 uno encuentra buenos lotes si se llega temprano.

Gran parte de lxs librerxs que se reúnen en San Fernando son jóvenes. Gente que descubrió este negocio hace pocos años gracias a grupos de Facebook como El Rincón de la Cháchara o las Subastas de la Nena Oscura, en donde comenzaron a experimentar con nuevas dinámicas de venta como la subastas o las entregas pactadas, lo cual les permitió a muchos sobrevivir a la pandemia.

De acuerdo al Módulo sobre Lectura 2024 del INEGI, la población lectora de más de 18 años ha disminuido gradualmente de un 84% a un 69% en los últimos nueve años.

Sin embargo, según la misma estadística, la población joven no ha dejado de leer en la misma proporción: un 84% de lxs jóvenes encuestados se declaró todavía lector. Y en general, lo que más se lee en la actualidad, a pesar de los kindles y otras plataformas digitales, son libros físicos: el 41.8% así lo expresó.

Lo que sucede cada sábado en el bazar de San Fernando es algo relativamente nuevo. No es sólo un bazar callejero o una feria de libro más, sino la expresión de una joven comunidad de bibliomaniacos que ha cobrado fuerza y que, mal que bien, ha logrado organizarse para tomar un espacio y mantenerlo vivo.

+ Datos

  • Más de 100 librerxs se dan cita cada sábado en el Jardín de San Fernando
  • La población lectora en México disminuyó un 15% en los últimos años
  • 84 de cada 100 jóvenes se declaran lectores