Son ya 20 días de que el campamento de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación se instaló en el Zócalo y sus calles aledañas, en este espacio conviven maestros de estados como Oaxaca, Guerrero y Chiapas, los sazones, las costumbres, las necesidades básicas se reúnen en torno a una protesta.
La comida
Al salir de la estación Zócalo del Metro se percibe un olor a carbón, son las 9 de la mañana, las maestras se organizan para hacer huevo revuelto con frijoles.
Los transeúntes, molestos, sortean con la cabeza los mecates que sostienen los cientos de toldos multicolores que cubren las viviendas improvisadas.
Si se meten más hacia la plancha del Zócalo es posible ver pequeños comedores, los almacenes, salas de juntas donde se ponen de acuerdo los líderes de las diferentes secciones: quién va ir por los víveres, quién pide dinero para solventar su estadía, quién marcha, quién cocina, quién limpia.
Saben que su presencia molesta a los capitalinos, pero ellos tampoco la pasan bien.
“Nosotros no queremos afectarlos, pero no tenemos muchas opciones, el gobierno no ha escuchado nuestras demandas y no hay remedio”, explica Jorge Caballero, director en una primaria de Oaxaca perteneciente a la sección 22.
Los que no se alimentan en los comedores del campamento, compran alguna garnacha, chicharrones, agua de sabor y cueritos que ofrecen los vendedores ambulantes que, a falta de sus clientes habituales, se han metido entre los pasillos para buscar a otros.
El baño
Al principio, los maestros podían colarse en algún sitio que les diera permiso para ocupar su baño, pero ya no.
Entonces, los huéspedes del Zócalo acuden a distintos sanitarios que cobran cinco pesos la encerrada con todo y papel.
Los que no desean pagar, ocupan las coladeras frente a la Catedral o alguno de los 28 baños portátiles de la calle de Moneda.
“Cada uno tiene capacidad para 40 descargas, pero estos llevan más de 100, nadie los vacia y los miados salen por todos lados”, cuenta José, un vendedor de aretes de plástico que se ha instalado frente a estos baños; tan acostumbrado ya que el olor a orines parece no importarle.
La ducha
La mayoría de los maestros no se puede duchar diario, sale muy caro.
Los Baños Marbella, de la calle Belisario Domínguez, es uno de los más socorridos, aquí cobran 45 pesos por persona.
“Nos bañamos cada tercer o cuarto día, como ni nos han pagado la quincena, no podemos gastar tanto”, confiesa una maestra oaxaqueña.
Camino a los Baños Marbella, sobre República de Chile, está el Cine Venus, que solo recibe a ciertos miembros masculinos de la CNTE: “No muchos, pero sí vienen maestros, solo que sin las maestras”, platica de forma pícara el volandero que promociona la función de películas XXX por solo 30 pesos, y remata “ps es que todos tenemos necesidades, y estos, que ya tienen como un mes ahí, ps más ¿no?”.
(Cristina Salmerón)