No voy a referirme, a estas alturas, a Call Me By Your Name para hacer una recomendación cinéfila. Voy a hablar de lo que es capaz de provocar: desde corazones devastados hasta obsesiones que incluyen pop italiano chafa y un deseo irrefrenable por sus protagonistas.
Bien lo dice un articulista de El País: “En Call Me By Your Name todo parece estar ahí para ser deseado”, y uno lo constata eligiendo cualquier escena al azar, como aquella que muestra la espalda desnuda —con un par de huesitos puntiagudos que sobresalen— del casi adolescente Timothée Chalamet (Elio, Elio, Elio) espiando desde el balcón al objeto de su deseo, el casi treintañero Armie Hammer (Oliver) y sus largas piernas en shorts muy cortos. El intenso calor del verano italiano —tiempo y espacio donde se sucede la peli— es capaz de atravesar la pantalla.
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Una oda a la belleza masculina, que es enmarcada en paisajes bucólicos de un remoto pueblo rural y exquisito a la vez, en el que parece no pasar nada hasta que Elio y Oliver se dan un primer beso tirados en el pasto, hasta la cita que queda marcada en el papelito que Oliver responde a Elio con un “Grow up. I’ll see you at midnight”, para regalarnos una bella escena hombre-hombre capaz de otorgar cantidades obscenas de sensualidad a nuestros ojos. Uno se queda con ganas de más Elio-Oliver-Oliver-Elio, y ese ovillo de piernas largas y flacuchas de su primer encuentro.
No se sorprendan si después de ver la película (que todavía proyectan en la Cineteca Nacional) se encuentran gastando sus datos celulares viendo videos de YouTube como “15 cosas que no sabías de Call Me By Your Name”, siguiendo cuentas de Instagram como Call Me By Monet, además de las de Timothée y Armie, comiendo duraznos con muchas ganas o escuchando en Spotify “Radio Varsavia” —ese cursilísimo pop italiano— que es capaz de hacernos sentir un vuelco de nostalgia en el estómago por recordar el primer adiós. Corazones hipersensibles a la belleza, absténganse.