Hablada casi en su totalidad en náhuatl, lengua materna de la familia de la película, Café se estrena en Cineteca Nacional y en cines culturales.
Hace unos días se festejó por primera vez el Día nacional del cine mexicano, que busca reconocer las cintas que se hacen en nuestro país, así como promover esta industria en el público, pues las películas nacionales duran muy poco en cartelera o tardan mucho tiempo en exhibirse. Ejemplo de ello es Café, de Hatuey Viveros, que se estrenó en diversos festivales nacionales e internacionales en 2014 y que ha sido premiada con varios premios, como el de Mejor documental en el Festival latinoamericano de Biarritz.
¿Qué significa para ti que, al fin, el documental llegue a cines?
El hecho de que suceda, además empujado por todo el equipo y otros amigos, atiende a la idea de que los realizadores y los productores tenemos que hacernos cargo y acompañar nuestras películas hasta la distribución.
Ha sido un proceso muy largo, desde aprender y entender cómo funciona la distribución. Siempre está ese sueño de que una película salga con mil copias y poderla exhibir por todos lados, pero de eso a lo que podemos lograr con una película pequeña y con recursos muy limitados para la distribución hay un gran abismo, entonces tienes que entender qué es lo que sí puedes hacer por tu película. Estrenarla es el resultado de una gran colaboración, tejer nuestras propias redes de distribución. Es un compromiso de cada director y productor. Este momento es maravilloso, porque después de ver un futuro negro y pensar que en México no tenía posibilidades de distribución, nos llevó a construir nuestra propia ruta y hacer equipos para lanzarla. Ha sido tan complejo como el propio rodaje.
Es el segundo largometraje de Hatuey. Café es la historia de una familia de la sierra de Puebla que está de luto por la reciente muerte de Antonio, el padre de familia. ¿Por qué decidiste hacer este documental?
Es una cinta muy personal, aunque en la película tomé distancia. Antonio era muy amigo de mi padre. Tuve la inquietud de cómo abordar a partir del cine procesos emocionales cercanos, entonces se dio este tributo a la memoria de Antonio, al luto de su familia y de mi padre.
Antes de su muerte hubo un proceso previo mientras estuvo hospitalizado aquí en la ciudad, en esa etapa la familia se quedaba en mi casa y es cuando pensé hacer la película.
¿Fue difícil mantener cierta distancia durante el rodaje y fue complicado para la familia tener ahí la cámara?
Sí. A Conocerlos no es garantía de que puedas aproximarte en la intimidad. Son relaciones que se tienen que construir muy cuidadosamente. El hecho de que alguien abra su vida y deje entrar una cámara me parece uno de los actos de generosidad y de confianza más hermosos.
(Foto: Lulú Urdapilleta)